De regreso a París

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Tres semanas después, Gyda se fue de Hedeby un día antes a caballo para navegar en su barco

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Tres semanas después, Gyda se fue de Hedeby un día antes a caballo para navegar en su barco. No se sintió segura de dejar a Erlendur merodear por allí, pero debía confiar en las habilidades de su madre.

Era una mañana húmeda y lo único que se oía era el trote de su caballo y el de Fenrir más adelante. Estaba inquieta, temiendo que una flecha saliera disparada de entre los bosques en su dirección o en dirección a su lobo. Hasta que no matara a Erlendur no podía bajar la guardia. ¿Por qué no lo había hecho esas semanas en Hedeby? Pues, su pequeño hijo siempre estaba junto a él, como si lo usara de amuleto.

Por fortuna, el viaje fue calmado y tomó otro camino lejos de Kattegat para llegar a su cabaña. Necesitaba equiparse para el viaje de regreso a París y cazar algo para Fenrir.

Horas más tarde, bajó de su caballo y lo amarró en un árbol cerca de la hierba y como habitualmente hacía, besó la cabeza de Fenrir al pasar junto a él. Entró a su cabaña y sintió añoranza por ella. El sitio estaba fresco y húmedo, pero nada que un buen fuego no pueda arreglar. Dejó el arco en la mesa y las flechas y se sentó frente al fuego, sobándose las manos sobre el calor.

La luz del amanecer se filtró entre todas las rendijas de la cabaña. Los ojos verdes de Gyda se abrieron con pesadez y se estiró en su cama, dando un largo bostezo.

Escuchó como Fenrir rascaba la puerta con impaciencia. Gyda pateó sus mantas fuera de su cuerpo y abrió la puerta para saludar a Fenrir. Éste movió su cola con entusiasmo y le dió un gran lengüetazo en la mejilla.

—¡Puaj! Tú si que estás entusiasmado. ¿Te gusta viajar en barco, eh?— acarició su cabeza con la voz más aguda de lo normal.

Ignoró el hecho de que Fenrir sabía lo que se vendría y volvió a la casa para comenzar a vestirse. Eligió un pantalón de cuero y se puso un corsé del mismo material sobre la tela verde de la camisa. Sin nadie que la ayudase, le costó anudarse los cordones de la parte de la espalda. Como también amarrarse el pelo en una trenza recogida, dejando todo su cuello al descubierto.

Enfundó su espada, volvió a equiparse el arco y las flechas sobre su espalda y por último tomó su escudo. No tenía ropa limpia para equipar después de muchos días fuera, por lo que su madre le aseguró llevar para ella. Así que se amarró el escudo contra el arco, cuidando que no cayera durante el viaje, agarró la bolsa de comida para Fenrir, también colgándola en su cintura y subió a su caballo después de soltarlo.

—Vamos, Fenrir.

La llegada a Kattegat no se sintió tan agradable como esperaba. Como si ese lugar ya no fuera su hogar. El sol ya estaba en el punto más alto y no habían muchas personas en las calles como de costumbre, lo que señalaba el eminente viaje.

Bajó de su caballo y caminó con todo su equipo encima como si realmente estuviera preparada para una guerra. Si se hubiera pintado la cara, esa sería la gran verdad.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora