Infiltración

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Le pusieron una túnica encima y cubrieron su cabeza con ella mientras la empujaban para que se diera prisa

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Le pusieron una túnica encima y cubrieron su cabeza con ella mientras la empujaban para que se diera prisa. Gyda apenas podía ver entre la oscuridad. Tropezó con sus propios pies y el hombre de al lado la estabilizó. Ella no estaba en lo más mínimo interesada en saber quién era él y tampoco estaba preocupada por estar escapando con la esposa de Ivar. Si le hacían algo, no iba a importarle.

En el fondo, donde la luz se acumulaba, se escuchaban las risas y Gyda reconoció el sitio vacío donde había entrado antes. Su corazón golpeó con fuerza y miró inmediatamente debajo de su capucha hacia la izquierda. Sus pasos se detuvieron de golpe en cuanto lo vió. La gran montaña que se mezclaba con la oscuridad se encontraba en el mismo lugar. Y habían figuras humanas deambulando frente a su lobo. Gracias a la luz de la luna, obtuvo un vistazo de un hacha y pegó un respingo cuando escuchó el sonido.

—No —masculló en voz baja y se dió la vuelta en su dirección con los ojos cegados de rabia.
—¡No puedes ir allí! —susurró el hombre, tomándola de los brazos y obligándola a seguir a Freydis.

La mujer los miró con pánico, levantando su cabeza encapuchada hacia los guardias de la muralla.
Gyda continuó insistiendo por lo que el hombre no tuvo alternativa más que noquearla.

Dos caballos llegaron hasta el campamento enemigo. Había un completo silencio y las antorchas iluminaban todo el lugar. Gyda se había despertado durante el viaje y no abrió la boca mientras cabalgaba en el mismo caballo del hombre mayor.

—¡Oye! ¿¡Quién eres!? —gritó el guardia en cuanto vió a los caballos acercarse demasiado.

Freydis detuvo su caballo y miró hacia Gyda en silencio. Ella asintió, dió un salto fuera del caballo y se quitó la capucha de encima para mirar hacia el guardia.

—Princesa —se sorprendió el joven, luego observó a sus compañeros con sospecha.
—Me ayudaron a escapar. Necesito ver a mi hermano —dijo Gyda, sin mostrar signos de cualquier emoción.
—Enseguida, vengan.

Gyda le hizo una señal a Freydis y ella se bajó del caballo, dejándoselo al hombre. Le resultó satisfactorio ver a la esposa de Ivar traicionándolo. Aquel acto solo incrementaba su sed de venganza.

—Björn se encuentra en una reunión —informó el guardia mientras avanzaban.
—Es un buen momento entonces —dijo Freydis desde atrás.

Gyda no tenía que preguntar a qué se refería. En el momento en que traspasaron un lugar secreto para salir de la muralla, era evidente.

Cuando el joven traspasó la tela de la carpa, lo escuchó hablar con su hermano y de pronto, Björn estuvo afuera y ella entre sus fuertes brazos. No le había dado tiempo siquiera a mirarlo bien. Con debilidad, levantó sus brazos y lo abrazó también. Apoyó su mejilla contra su pechera de cuero y cerró los ojos.

No tuvo fuerzas para separarse y levantar su cabeza y eso él lo notó. Agarró sus mejillas con ambas manos y la obligó a mirarlo. Björn no era un hombre que mostraba sus emociones muy seguido. Pero allí había tristeza y sabía por qué.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora