El nuevo rey

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—Tienes que levantarte de esa cama, no puedes seguir así

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—Tienes que levantarte de esa cama, no puedes seguir así. —Lagertha se detuvo contra la cama y sacó un mechón de cabello grasiento de la cara desganada de su hija.

Gyda no la miró. Sus ojos estaban concentrados en la sutil rendija que había encontrado en la pared días atrás y la cual parecía ser lo más entretenido. Estaba tapada hasta la cintura y sentada contra la cabecera de la cama con una expresión sin emoción alguna, como una estatua.

—Hija...—Una vez más, Lagertha insistió ante el silencio y se sentó en el borde de la cama—. Sal al salón y acompáñanos. Tu hermano hablará con el pueblo.
—El pueblo no me interesa, lo que diga Björn no me interesa —dijo en un murmullo indiferente, pero Lagertha notó cierto rencor en el fondo de su voz.

Era la primera vez que Lagertha escuchaba tanta indiferencia y frialdad en su hija. Una actitud que no acostumbraba a ver en aquel rostro angelical.

Después de casi un mes, no había logrado sacarla fuera de la gran casa. Apenas había dejado que el sol tocara su cara. Cada día, la veía marchitándose como una flor en invierno.

Una vez más, Lagertha la dejó y caminó hacia la salida con una expresión preocupada. No hacia mucho había estado en una situación casi similar en Inglaterra y entendía a su hija más de lo que Gyda sabía.

En cuanto su madre se retiró y la dejó a solas de nuevo, Gyda apartó sus ojos de la rendija y agachó su cabeza, permaneciendo en total silencio.

Minutos más tarde se oyeron estruendosos aplausos y gritos alegres que la hicieron apretar los dientes con fastidio. El gran salón debía estar abarrotado y por un instante, deseó levantarse solo para gritarles que se largaran.

—¡Pueblo de Kattegat! —escuchó a su hermano Björn hablar en voz alta—, les dije que cuando me convirtiera en rey mi gobierno sería muy diferente al de Ivar.
—Ivar...—murmuró Gyda con un tono monótono. Apretó las manos contra las mantas.
—¡Y pienso seguir esa promesa! —continuó Björn con fuerza.
—¡Sí! —La muchedumbre celebró.
—Ivar construyó un muro alrededor de nuestra ciudad. ¡Ahuyentó a los extranjeros, prohibió la disidencia y la libertad de expresión entre nuestra gente! ¡Kattegat solo puede sobrevivir y prosperar con el comercio y no la conquista! ¡Eso es lo que creo! Esta reunión es suya, su oportunidad de pedirme lo que quieran. Y los escucharé. No soy más que su humilde servidor.

La gente aplaudió de nuevo.

—¡Rey Björn!
—¿Quiénes son estos hombres? —cuestionó su hermano, atrayendo la atención de Gyda inmediatamente. Alzó su cabeza y frunció la frente en concentración.
—¡Son traidores! ¡Asesinos! —exclamó la multitud.

Entre todo el murmullo exaltado, Gyda reconoció la voz de Hvitserk.

—Yo sé quienes son. Estos hombres colaboraron con el régimen de Ivar. —Su medio hermano sonaba rencoroso y con la voz tomada—. Eran sus guardaespaldas. Hicieron su voluntad, lo que sea que fuera, por más cruel y depravado que fuera. Lo hicieron sin reparos, sin pensar ni en sus familias. Quemaron vivos a quienes fueron lo suficientemente valientes como para enfrentarse a ellos. Y quemaron viva a una joven llamada Thora, a quien yo amaba. ¿No es así?

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora