El festín

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El golpe brusco de las puertas al cerrarse retumbó por todo el gran salón, y con un grito desgarrador, las sillas volaron por todas direcciones, las mesas se volcaron, dejando caer un tarro de cerveza por sobre todo el suelo de madera y los vasos ...

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El golpe brusco de las puertas al cerrarse retumbó por todo el gran salón, y con un grito desgarrador, las sillas volaron por todas direcciones, las mesas se volcaron, dejando caer un tarro de cerveza por sobre todo el suelo de madera y los vasos chocaron contra las paredes, asustando a las sirvientas que estaban limpiando el lugar.

—¡Fuera! —ordenó Gyda, sin siquiera mirarlas a la cara, su respiración subía y bajaba fuertemente mientras escuchaba los pasos apresurados de las mujeres irse a toda velocidad fuera del salón.

Gyda pateó una de las sillas que se encontraba en su camino y no se preocupó por el dolor que eso le produjo. Caminó como un huracán, arrasando con todo y se encerró en su habitación. Todo estaba a oscuras. Se metió a la cama matrimonial y se escondió bajo las mantas, contemplando la pared con una mirada desanimada.

Las horas pasaron, pero ella no era consciente del tiempo. Su mente se encontraba en blanco después haber pensado demasiado en su padre. Estaba contenta de que él estuviera junto a los dioses, pero no estaba feliz de cómo ocurrió. La traición del rey Ecbert se sentía llameante, recorriendo sus venas con adrenalina. Otro rey que traicionaba a Ragnar, no había terminado bien para el último que se atrevió a hacerlo.

—¿Gyda?

La voz de su madre llamó desde el otro lado de la puerta y luego se abrió lentamente con un leve chirrido. Gyda no se movió, pero estuvo atenta a los pasos de Lagertha cuando se sentó en la orilla de la cama. Su mano acarició uno de sus brazos por sobre las mantas y eso hizo que los ojos de Gyda volvieran a humedecerse.

—Hija mía...

El suave murmullo de su madre hizo que el frágil corazón de Gyda se rompiera en mil
pedacitos más. Ésta soltó un sollozo contra la cama e intentó taparse la boca para evitar llorar, pero la presencia de su madre solo empeoró la situación. Gyda tembló bajo las mantas y lloró tan dolorosamente que Lagertha derramó sus propias lagrimas silenciosas mientras le acariciaba el hombro.

—No he podido verlo —se lamentó Gyda ahogadamente, aferrándose a las mantas con fuerza—. Él volvió y yo no estaba allí. No estaba allí con él, no pude darle un abrazo de bienvenida. Yo no estaba...
—Gyda, mírame. Mírame. —Lagertha tomó su rostro delicadamente y la instó a que levantase sus enrojecidos ojos hacia ella—. Él no era el mismo cuando regresó. El destino no te puso frente a Ragnar para que lo vieras de esa forma. Recuérdalo como era antes, lleno de energía, siempre con una sonrisa traviesa. Recuerda la granja, y todos esos únicos momentos en el que estaban juntos. Ragnar nos estará esperando de esa misma forma y le contaremos increíbles historias mientras bebemos en el banquete.


Lagertha almorzó con ella en total silencio y luego partió de regreso a Kattegat para seguir ayudando con las fortalezas. Gyda no había tocado ni la mitad de su comida cuando se quedó sola. Tampoco le había apetecido acompañar a su madre. Sin embargo, una hora más tarde, tomó su arco y su caja de flechas y salió afuera.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora