Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)

Kattegat siempre será tu hogar.

Gyda se dió cuenta de que más le hablaban los hijos de la princesa Aslaug, más se distraía de todo y más comenzaba a agradarles. Con cada charla pequeña, curiosa por parte de los niños, Gyda los conocía un poco más. Mientras se mantenía sentada en un viejo banco frente a ellos y acariciaba la cabeza de Fenrir, las demás mujeres, Aslaug, Helga y Siggy permanecían en silencio contemplando la interacción con la hija de Ragnar.

Después de un prolongado silencio, Gyda reparó en las miradas ansiosas y preocupadas de las demás mujeres. La princesa Aslaug mantuvo aquella mirada afilada contra el tejado, Helga fruncía el ceño mientras contemplaba sus manos y Siggy miraba hacia la puerta. Gyda bajó sus ojos hacia Fenrir y luego decidió ponerse de pie. Había estado demasiado tiempo sentada y sus rodillas crujieron. Sus músculos volvieron a tensarse por la ansiedad. ¿Cuanto tiempo más esperarían? ¿Que estará ocurriendo? ¿Alguien de su familia estará herido? ¿Muerto? Gyda confiaba en las habilidades de combate de sus padres, pero su hermano. Esta era la primera batalla en donde participaba.

Continuó rezándole a los dioses mientras se paseaba por la pequeña cabaña. Todo se sentía más frío dentro. De vez en cuando atrapó la mirada de Aslaug y Gyda sintió un escalofrío. Si se lo ponía a pensar con más detenimiento, Gyda podía ver que aquella mujer era extraña. Sus ojos, su forma de mirar. Algo dentro de ella le daba muy mala espina. Podía tratarla con cordialidad pero nunca podría tratarla de otra forma. No como lo hacía Siggy con Lagertha por ejemplo.

De pronto, la gran cabeza de Fenrir se alzó de golpe y sus puntiagudas orejas se irguieron con atención. Gyda se adelantó a las demás y se acercó hacia la puerta, mirando entre una pequeña abertura. Dejó salir todo el aire que había estado conteniendo y sus ojos se humedecieron al ver a su familia y lo que quedaban de soldados caminar hacia la cabaña.

—Llegaron.—anunció antes de abrir rápidamente la puerta.

Ragnar y su tío Rollo lideraban el pequeño grupo mientras que su madre y su hermano caminaban detrás. Todos ellos se veían cansados, con sangre seca en sus rostros. Se impresionó cuando vio el aspecto Björn. Era el que más ensangrentado estaba y lucia una mirada fiera, que seguramente era producto de la adrenalina. Sin embargo, notó el triunfo en su sonrisa. Gyda corrió el poco trayecto que quedaba y se abalanzó hacia su padre.

—¿Ganaron?

Ragnar se apartó y le sonrió.
—Vamos a casa.—anunció.
Su corazón palpitaba de una forma acelerada, con ansias por llegar a Kattegat. Sin embargo, la única que no parecía estar del todo a gusto era su madre. Mientras todos caminaban por el sendero, Gyda reparó en la mirada fruncida  de Lagertha. Parecía no estar presente con los demás.

—¡Ragnar Lothbrok! ¡Ha vuelto!
—¡Miren!
—¡Ragnar está en casa!

Sólo de escuchar la alegría de las personas de Kattegat, Gyda se emocionó por el cariño que demostraban hacia su padre. Caminó junto a su madre mientras veía como todos a los que tenía delante dejaban sus tareas para presenciar la llegada de su padre. De pronto, todos ellos comenzaron a correr y Gyda se apresuró a calmar a Fenrir ante la multitud que se acercaba hacia ellos. Gyda sonrió abiertamente al ver algunas caras conocidas. Abrazaron a su padre con efusividad, saludaron a la princesa quien tenía en brazos a su bebe y luego notaron la presencia de Lagertha cuando dejaron pasar a su padre. Algunos de ellos tuvieron que detenerse de golpe cuando vieron a Fenrir y sus caras no daban crédito. Sin embargo se alegraron de ver a Gyda.

—¡Lagertha!—una de las mujeres la abrazó con fuerza y más de ellas la siguieron.

Gyda tuvo que apartarse de su madre y caminar junto a su hermano para darles espacio al grupo de mujeres que saludaban a su madre. Por un momento, Gyda deseó ser recibida de esa forma. Pero aún mantenía esa alegría que contagiaba la gente. En eso, Gyda notó la mirada de envidia de la princesa Aslaug cuando miró el recibimiento de Lagertha. Ahora que la veía, no muchas personas la habían saludado.