La última despedida antes del viaje

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Fenrir olfateó el hedor a muerte dentro de la pequeña casa y traspasó el estrecho umbral de la puerta, agrietando la madera a su paso

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Fenrir olfateó el hedor a muerte dentro de la pequeña casa y traspasó el estrecho umbral de la puerta, agrietando la madera a su paso. Pero ni el chirrido ni los pasos del lobo logró llamar la atención de Gyda.

Fenrir caminó hacia ella, mirando un instante el cuerpo del sacerdote entre sus brazos, y luego se acostó detrás suyo como respaldo. Puso su hocico bajo el brazo de Gyda, moviéndolo para atraer su atención, sin embargo, ella continuó sosteniendo a Athelstan en silencio. Sus lágrimas se habían secado, y sus ojos se habían quedado en un punto fijo en el suelo.

El sol ya estaba saliendo, los rastros de su luz entrando entre las miles de ranuras sobre la pared. Gyda se encontraba serena, pensando, imaginando cientos de escenas torturadoras. Habían muchos que menospreciaban la presencia de Athelstan y uno de ellos incluía a Floki. Había estado en muchos enfrentamientos entre él y el sacerdote, tratando calmar la situación. Conocía muy bien a Floki, podía llegar a ver en sus pensamientos. Desafortunadamente no habían pruebas para ir tras él. Al menos, no por el momento.

La cabeza de Fenrir se alzó de repente, y Gyda miró atentamente hacia la entrada. Su padre apareció, interponiéndose entre la luz del sol que entraba de lleno por el umbral. Sus ojos azules bajaron hacia el cuerpo de Athelstan, analizando lo que veía con detenimiento. Observó a su hija, sosteniendo a su amigo, rodeada por Fenrir protectoramente desde atrás.

—Padre.—graznó Gyda, sus lágrimas volviendo a medida que miraba los ojos cristalinos de Ragnar. Él no respondió. —Lo encontré anoche, alguien cortó su cuello.

Su padre pestañeó, soltando algunas lágrimas. Se inclinó hacia la biblia que había caído cerca de Athelstan y la puso sobre la mesa. Luego se aproximó a ella, tomando el cuerpo con profundo dolor.

—Ayúdame a cubrirlo.—murmuró.

Gyda se movió torpemente, haciendo muecas de dolor mientras se ponía de pie. Todo su cuerpo se había dormido por completo de tantas horas sin moverse. Fenrir se quedó acostado, observando lo que hacían.

Ninguno de los dos hablo. Ragnar tomó la manta que Gyda le había ofrecido y comenzó a envolver el el cuerpo con la ayuda de su hija. Ella miró su rostro una última vez antes de cubrir su cabeza. De pronto, sintió un extraño vacío dentro de ella, confundiéndola.

—Trae dos caballos y una pala.—pidió su padre, de rodillas junto al cuerpo ya cubierto.

Gyda se incorporó, mirando la espalda de su padre con tristeza.

—Fenrir.—llamó suavemente, haciéndole un amago con la mano para que se levantase.

El lobo pasó por al lado de Ragnar, sin pestañear en su dirección y siguió a Gyda hacia el establo. Las personas ya estaban saliendo de sus casas para comenzar su rutina en los mercados. Algunos se extrañaron de verla deambular entre ellos, pero ninguno murmuro nada al respecto.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora