Tras sobrevivir a una fuerte epidemia que acabó con la mitad de Kattegat, Gyda, la única hija de Ragnar y Lagertha, se había ganado el temor de los habitantes del pueblo del cual su padre gobernaba. Nadie podía acercarse a ella, nadie podía lastimar...
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Floki había pasado día y noche sin parar, construyendo torres para traspasar los grandes muros del castillo de Paris. Gyda detestaba admitir que había hecho un gran trabajo.
Junto a su familia, se quedó contemplando a la orilla del rio, a Floki, quien se alzaba sobre ellos sobre una de las torres más cercanas.
—¿Está todo listo, Floki?—preguntó Ragnar.
Floki se volteó rápidamente hacia ellos, con una mirada codiciosa y casi lunática.
—Sí—afirmó con seguridad—. Todo está listo. Mañana, atacaremos París—anunció con aquella característica risa suya.
A la mañana siguiente, todos estaban despiertos, tomando sus armas para reunirse en dirección al rio. Gyda observó a su madre enfundar su espada bajo la carpa. No había estado tan nerviosa desde que su padre había ido a una guerra en Mercia. La sensación era horrible. La pregunta de si volverían con vida flotaba en su mente de manera constante.
—No será simple, ¿verdad? Como otras guerras—dijo ella, preocupada. —No tengas miedo, hija. Los Dioses están con nosotros—aseguró, tomando el escudo antes de besar la frente de Gyda— ¿Vendrás a despedirte?
Gyda sonrió ligeramente.
—Por supuesto.—Se levantó de su banco y siguió a su madre hacia la orilla.
Todos se estaban preparando, guardando las armas en los barcos, golpeando sus espadas con gritos de guerra y despidiéndose de sus mujeres.
Allí ya estaba toda su familia, incluyendo a Kalf y Erlendur. Éste último le lanzó una cruel mirada. Gyda lo ignoró cuando su padre pasó su brazo sobre sus hombros, atrayéndola hacia él.
—Estás a cargo del campamento—le susurró. —Lo protegeré si pasa algo—prometió. —Espero que no tengas que llegar a eso.
Björn la abrazó fuertemente antes de irse hacia uno de los barcos. Su tío Rollo le sonrió con ternura, abrazándola también y en cuanto se quedó sola junto a Fenrir, notó a Krok alejándose hacia otro barco. Se sintió dolida por no poder despedirse y desearle suerte. Aunque, cómo si hubiera escuchado sus pensamientos, Krok se volteó hacia ella y le lanzó una sonrisa, alzando su escudo como despedida.
Gyda se agarró al pelaje de Fenrir como apoyo, y trató de calmar sus nervios mientras veía a los barcos moverse lejos de ella.
—Gracias por defenderme el otro día.
Gyda se giró hacia Torvi.
—Tuve mis razones. Cree que es listo—se burló—, pero es molesto.
Volteó hacia los barcos, acariciando el cuello de Fenrir.
—¿Entonces es normal que deseé su muerte en batalla?—murmuró con inseguridad.
