Tras sobrevivir a una fuerte epidemia que acabó con la mitad de Kattegat, Gyda, la única hija de Ragnar y Lagertha, se había ganado el temor de los habitantes del pueblo del cual su padre gobernaba. Nadie podía acercarse a ella, nadie podía lastimar...
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La fiesta sólo estaba comenzando y el sol desaparecía poco a poco, lo que era una señal para retirarse y llegar a casa antes del anochecer. Pero el salón se encontraba demasiado quieto mientras su padre Ragnar y el rey Harald intercambiaban palabras toscas. Gyda no sabía si mover un pie fuera o quedarse a ver. Si decidía lo último, tendría que quedarse a dormir en Kattegat y eso, no se veía como un mal plan realmente. Estaba cansada de tanto caminar, estaba un poco ebria para el largo camino que le esperaba y sus ojos no iban a soportar estar abiertos por mucho más tiempo.
Cuando el rey Harald se levantó del asiento de su padre, la fiesta continuó, la música y las conversaciones regresaron y Ragnar tomó asiento, sin despegar sus ojos del invitado.
Gyda aprovechó la ocasión para acercársele y acuclillarse a un costado de la silla. Los ojos irritados de Ragnar bajaron hacia ella.
—Padre, me quedaré esta noche aquí. La casa de Rollo está vacía, ¿verdad?
Su padre arrugó la frente.
—¿Segura que quieres estar allí? —Sí. —Está bien, entonces.—Hizo un amago con la mano—. Su casa sigue siendo de él.—Se encogió de hombros desinteresadamente.
Gyda sonrió con ligereza mientras se levantaba.
—Me iré ahora.—Le besó la frente e inclinó su cabeza hacia la reina Aslaug—. Buenas noches. —Buenas noches, Gyda.—Los labios de la reina apenas se alzaron en una sonrisa.
Cuando se dió la vuelta para caminar hacia la salida, se topó con Björn y Torvi. Gyda lo abrazó con fuerza. Notó entonces que su hermano había cambiado notoriamente. Su expresión era más fría, su figura más corpulenta y parecía enojado.
—Haz vuelto—dijo ella con alegría a pesar de su rostro sereno. Luego se dirigió hacia Torvi—. Que sorpresa tenerte aquí.
Torvi alejó sus ojos con vergüenza.
—No queremos hablar de esto, hermana—interrumpió Björn con rudeza.
Gyda ocultó su asombro ante su actitud borde y asintió con un ligero dolor en el pecho.
—Nos vemos—murmuró, pasando por su lado.
Muchos de los hombres, de rostro desconocido, la miraron mientras la dejaban pasar. Sin que ella lo notase, el rey Harald dejó su vaso y se apresuró a ir tras Gyda.
Con una sensación extraña, de vacío, Gyda se alegró de ver a Fenrir esperando por ella. Lo abrazó fuertemente y ya no se sintió sola. Se dió cuenta de que extrañaba a su madre y que pasar tiempo con Ragnar y Björn no era...igual. Su madre la entendía mejor que ellos, podía reír con ella, al menos. Ahora su padre y su hermano sólo pensaban en guerras, estrategias, castigos.
—¿Así que ese lobo es tuyo?
Gyda se despegó de Fenrir y cerró los ojos con irritación antes de voltearse hacia el rey Harald.
