capítulo 70

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—¿Te pasa algo? — preguntó zee

—No — contesté.

Continúe andando ignorando a zee
que me miraba con curiosidad.

— No soy estúpido — dijo — A ti te pasa algo.tiene que ver con lo de ayer. Y eso explica porque ayer no me contestabas ni me cogías el teléfono.

—Te ignoraba porque ayer no era mi día — dije recordando el día anterior.

El domingo había sido un día horrible para mí, en eso no mentía. Después de la pelea que tuve con mi padre me resultaba imposible mirarlo a la cara sin evitar ponerme a chillar. Mi casa se había vuelto un infierno, cada dos por tres oía a mis padres discutir, cada dos por tres tenía que defender a mi madre, cada dos por tres discutía yo con mi padre. Y no sabía cómo a estas alturas no me había echado de casa. Zee trató de quedar conmigo ofreciéndome ir con él y su hermana pequeña al parque, pero no tenía fuerzas para fingir estar bien, ni tampoco quería derrumbarme delante de zee y preocuparlo.

—¿Y tampoco lo es hoy? Porque es lo que parece.

—Estoy bien zee. No le des más vueltas — mentí.

En cuanto dije esto zee se colocó justo delante mío frenándome y colocando sus manos sobre mis hombros. Lo miré.

—Deja de mentirme — dijo serio — saint sabes que puedes contarme lo que sea. Soy tu novio, tu sufrimiento también es el mio.

—¿Qué gilipollez es esa? — esbocé una sonrisa — No tienes que sufrir por nada mío.

—¡Pero quiero ayudarte! Quiero que seas la persona más feliz del mundo. Que no te falte nada. Tu serás mi princesa, y yo tu principe, o si quieres al revés. O también podemos ser dos príncipes o dos princesas ¡Lo qué tu quieras! Pero necesito que me dejes ayudar.

Volví a sonreír. Zee no podía alegrarme más con sus comentarios estúpidos. Puse mis manos sobre sus mejillas y me lo acerqué para darle un corto beso.

—Olvídate de cuentos de la realeza. Si el rey no acepta esta relación, no se puede hacer nada. Así que déjalo.

—¿Quién es el rey? — preguntó zee

—Nadie — cogí la mano de zre y tiré de él para seguir caminando — Vamos.
Tenemos que llegar a clase

Zee se quedó callado durante un rato, cosa que agradecí. Pero después volvió a detenerme.

—No ¡saint dime que te pasa!

—zee, dejalo.

—No, no lo pienso dejar. Me preocupas saint. Se que te pasa algo. Cuéntamelo.

—No

—¿No? Ves. Así me estás justificando que si te pasa algo. ¿No confías en mí? Eso me dolería. Dímelo.

—zee dejalo.

—Pero...

—¡Qué más te da lo que me pase! — dije frenando enfadado.

—¡Eres mi novio!

—¿¡Y qué!?— grité.

Zee se quedó completamente callado. Lo miré enfadado. En su cara pude percibir que estaba triste y asombrado. Me recordó a mi madre discutiendo con mi padre. Se me hizo un nudo en la garganta.

—Lo... lo siento...

—saint. Estoy aquí, siempre lo estaré. Te quiero. Y por eso puedes confiar en mí.

Noté mis ganas de llorar pidiéndome escapar de mi cuerpo y desplomarme allí mismo. Pero traté de reprimirlo.

—Es por mi padre — conté — Nos vio besarnos el sábado cuando natt nos lo pidió.

—¿Qué? — dijo asombrado.

—En cuanto te fuiste de mi casa mi padre comenzó a discutir conmigo y con mi madre que simplemente me defendía. Me llamó maricón, le dijo a mi madre que no me había educado bien, dijo que yo no era su hijo — agaché cabeza con ganas de llorar — Mi familia se desmorona zee... Ayer durante todo el día mi casa se convirtió en un auténtico infierno. Todo el rato chillando... Horrible...

Noté como pequeñas gotitas asomaban por mis ojos. No quería llorar, no quería preocupar a zee

—Odio a mi padre— dije con rabia — Y por mucho que no quiera que esté contigo jamás te dejaré. De hecho, cuanto menos me acepte más gay me haré. Si hace falta me vestiré como una puta tía.

La rabia comenzó a consumirme poco a poco, dejando escapar cuatro lágrimas.

—saint. no es cuestión de provocar a tu padre...

—Lo odio. Lo odio. Lo odio — susurré.

—saint... — zee levantó mi cabeza para mirarme a los ojos y después quitarme las lágrimas de la cara — No seas como él. No utilices la violencia. Entre los dos podemos convencerlo.

—¡Es imposible! No se puede... — dije comenzando a llorar — Es un caso perdido. Mi padre jamás me querrá.

—No, saint...

—¡Tampoco necesito que me quiera!— agarré a zee para abrazarlo con fuerza y comencé a llorar en su hombro — Te tengo a ti. Y mientras tu me quieras me basta. No me dejes nunca zee. Por favor. Quiéreme.

—Siempre saint. Siempre — dijo apretándome con fuerza y acariciándome el pelo.

Y lloré, desesperadamente, lloré. Y la verdad, me gustó llorar sobre los hombros de una persona que susurraba una y otra vez que me quería.
Nos dio igual llegar tarde a clase y que nos pusieran falta que debíamos justificar. El cabreo que se pilló la profesora de química al ver que llegábamos tarde fue bastante memorable. Nos hecho la típica charla que tanto les gusta dar a los profesores sobre cómo estabas echando a perder tu futuro, y todo por perder 10 minutos de clase. Yo no estaba como para preocuparme de mi futuro en aquel momento, así que por mucho que fuera el típico alumno que se preocupa por lo mínimo que le diga un profesor, aquella vez me dio igual. Después de tragarnos su mal humor y de que toda la clase nos mirara en silencio, la profesora nos mandó a la biblioteca, la cual estaba practicamente vacía. Zee me llevó al lugar más apartado que encontró y aprovechó el tiempo restante de la hora para darme mimitos y asegurarse de que no estaba triste, según él.

—¿Tu crees que tu padre siempre me ha odiado? — dijo zee que me estrujaba entre sus brazos con fuerza sentado en la silla del al lado.

—No...lo sé. La verdad es que no he hablado mucho con él sobre mis amigos. Se que odiaba a Sammy desde que la conoció. Pero no se a ti.

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