capitulo 64

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Zee  cogió el bote entre sus manos y lo miró con curiosidad como si fuera un trozo de meteorito.

—Antes de la penetración, aplicar una cantidad suficiente de gel sobre el preservativo masculino... — leyó.

Lo miré. Zee me miró.

—Vienes preparado ¿Eh? — dijo dándome el bote — Entonces no me preocuparé de que un conejo me viole. Si el conejo lo hace con cuidado...

—Ahora no soy un conejo.

Zee me miró de arriba a abajo.

—¿No te resulta incómoda esa prenda? ¿Por qué no te la quitas? — dijo señalando mis calzoncillos.

—Todo a su tiempo. Impaciente. Ahora túmbate en la cama

—Jolín con el conejito. Qué mandón — zee se impulsó hacia atrás para ponerse en el medio de la cama.

Me reí dejando el bote sobre la cama junto con los condones y me acerqué a él. Lo primero que hizo zee fue agarrarme de la nuca para acercarme a sus labios cuando aún no se había tumbado del todo. Y poco a poco me fui tumbando sobre zee que ya estaba completamente desnudo.

Acabé entre sus piernas besándolo y rodeado por sus manos que apretaban mi espalda. Podía notar como mi compañero se impacientaba más a medida que el tiempo pasaba, y decidí no hacerlo esperar más al recordar que no sabía cuánto tiempo tenía hasta que Oscar volviera. Así que me quité los calzoncillos dejando libre a mi pequeño yo que parecía contento. En cuanto lo hice zee me atrajo hacía sí para tumbarme de nuevo encima suyo. Ya sabía que era lo que quería.

Como él ya antes me había enseñado, hice que mi miembro se rozara con el suyo. Zee suspiró y después me sonrió. Le miré. Zee parecía divertirse con aquello, y no iba a negar que yo también. Aparté la vista y miré más abajo, donde dos erecciones bastante obvias estaban en contacto. Aquello podría ser mucho mejor. Con la mano izquierda agarré los dos miembros como pude para comenzar a mover la mano de nuevo.

—Me pregunto de quién habrás aprendido esto... — dijo zee

—Bueno... Una vez tu fuiste el profesor. Hoy lo seré yo.

Zee sonrió y miró hacia abajo donde nuestros penes se abrazaban. La expresión de zee cambió de una sonrisa a una que mostraba lo mucho que le gustaba aquello. Se mordió el labio inferior y emitió un pequeño gemido sin separar los labios.

Cuando decidí que ya había sido suficiente me puse de rodillas delante de él y zee permaneció tumbado bastante expuesto a mí. Respiré unas cuanta veces y después agarré el lubricante. Zee no dijo nada. Sentí que estaba frio el lubricante cuando me lo eché en el dedo índice y en el del medio y con los dedos resbaladizos miré a zee. Este simplemente asintió con la cabeza.

No me podía creer que estuviera apunto de hacer aquello. Pero por unos segundos intenté no pensar en ello, pero entonces fue cuando vi a zee cerrar los ojos con fuerza y para cuando ya me quise dar cuenta, mi dedo índice ya estaba dentro de él. Entonces, me preocupe.

—¿Te duele?

—No... Pero es extraño — contestó zee abriendo los ojos.

Tragué saliva y volví a centrarme en lo que hacía. Mi dedo se resbaló de dentro a fuera, todo aquello era muy estrecho, me daba miedo... Según me había informado debía lubricarle el ano ¿Pero cuando sabía que era suficiente? Intenté meter el otro dedo pero me costó, así que volví a coger el bote para echar más lubricante. No era solo raro para zee, eso desde luego. Con los dedos dentro, moví mi mano lentamente para no hacerle daño, aunque dos dedos no eran nada comparado con lo que tenía que entrar aún...

Después de un rato de silencio saqué los dedos y miré a zee con curiosidad. Zee respiraba con dificultad y cuando vio que lo miraba preocupado se rió.

—Me siento como un completo maricón.

—Lo eres — sonreí.

Zee volvió a reírse. Me quedé quieto por unos segundos pensando en que debía hacer por si se me olvidaba algo. Zee vio que no hacía nada así que fue él quien alargó la mano y busco ciegamente los condones por la cama. Después me ofreció uno.

—Gr... Gracias... — lo cogí nervioso.
Zee me observó mientras sacaba el preservativo de su envoltorio y me disponía a colocarlo. Me pareció incómoda aquella situación. Me puse el condón en la punta de mi pene y lo deslicé hacia abajo para ponermelo. Y siguiendo las instrucciones me dispuse a echarme más lubricante, pero esta vez en el condón.

Sentí que la mano me empezaba a temblar mientras me esparcía con la mano el lubricante por el preservativo, y una vez terminé volví a mirar inseguro a zee
—¿Seguro que quieres...?

—Hazlo — me interrumpió zee.

"No lo pienses..." Me dije. Y me acerqué a él. Con la mano guié mi pene a su entrada y por un segundo dude en hacerlo "Piensa que es una chica..." Y bastante absurdo era pensar eso ya desde aquella perspectiva veía sus genitales masculinos de sobra. Pero no me fijé en ellos y continué.

Al principio me parecía que era imposible meter eso allí, pero hice un poco de fuerza y poco a poco comenzó a entrar. Zee soltó un quejido poniéndome nervioso. Mi cuerpo tembló como una hoja a medida que me adentraba en zee. Estaba tan estrecho...

Creí desmayarme por un segundo al sentir que se me nublaba la vista por el placer, pero me resistí. Fuí muy despacio hasta que vi que ya no podía entrar más. Mis ojos buscaron los de zee con preocupación que me miraron con una mueca de dolor.

—¡Joder, duele!

—¡Lo siento! Yo... Eh... si quieres lo dejamos. No quiero hacerte daño... — dije nervioso — será mejor si...

—No. Sigue.

—Pero...

—Ya que hemos llegado aquí...

—Es que...

—¡Qué sigas coño! — se quejó zee.

Lo miré asombrado. Zee cerró los ojos con fuerza y soltó un largo suspiró. Me agaché a donde él poniendo mis manos a la altura de su pecho y le besé. Zee enseguida me rodeó entre sus brazos.

—Cuando tu quieras... — dije.

—Empieza.

Algo inseguro traté de sacar mi miembro de allí poco a poco para hacerle el menor daño posible. Realmente me sentía bien haciendo aquello, resultaba muy placentero sentir el interior de zee tan caliente y sus apretadas paredes sobre mí. Pero mi preocupación no me permitía disfrutar de aquella sensación.

Con la mayor lentitud que podía, me moví de fuera a adentro recorriendo aquel lugar inexplorado para mí. Zee parecía evitar no quejarse apretando los labios con fuerza y respirando como podía. Aunque mucho no pudo evitarlo ya que en mi tercera penetración zee abrió la boca para gemir. Una de sus manos me agarró de la espalda y me apretó con fuerza.

—zee... — susurré.

Zee apretó los dientes y abrió los ojos para mirarme. Y lo que aquellos ojos me transmitieron no fue que zee lo estuviera disfrutando precisamente. Me detuve.

—¿Por qué te paras? — preguntó.

—Te estoy haciendo daño.

—No es para tanto.

—No me mientas.

—Sigué.

—No puedo. Te estoy haciendo daño.

—Pero porque aun me tengo que acostumbrar. Sigue.

—No quiero obligarte.

—Él que te está obligando ahora mismo soy yo.

—¿Por qué no lo dejamos y...?

—Sigue.

—Y...

—¡Joder saint que sigas!

—Pero te duele.

—¡Pues claro que me duele JODER! ¡PERO SIGUE HOSTIA!

Zee me miró impaciente. Después respiró profundamente y dijo:

—saint. Te quiero. Y quiero hacer esto contigo, quiero que disfrutes ¿Vale? No pienses en mí, estaré bien, dentro de unos minutos yo también estaré gimiendo de placer, te lo prometo. Pero tú eres quien me tiene que hacer sentir bien y se que puedes. Convirtámonos en dos maricones como dios manda y hagamos el amor como si nuestra vida dependiera en ello ¿Vale?

Asentí con la cabeza aún inseguro y zee sonrió como pudo.

No pude evitar sentirme egoísta, era el único que estaba sacando algo bueno de esto. Y yo no quería ver a zee aguantando el dolor, no era un sádico. Quería verlo gemir de placer, pero me parecía imposible hacerle llegar a eso. Ya me dijo perth que si era posible pero...

A cada penetración que realizaba me daba la sensación de que entraba más fácil. Y cada vez tenía que hacer menos fuerza. Quería mantener la cabeza fría para no perder el control y no hacerle daño, pero era realmente difícil debido a que mis pervertidas hormonas masculinas querían que me volviera loco.

Solté un gemido sin poder contenerlo. Mi cuerpo aún no estaba preparado para aquella sensación, era demasiado. Zee sonrió cuando vio el efecto que tenía en mí.

—Ya... ya veo que... lo disfrutas — dijo zee tratando de hablar.

—Y tú no.

—Yo... disfruto viendote. Gime por mí.

La mirada de uno se clavó en la del otro.

—Hazlo por mí, saint —hizo una pausa para coger aire — Demuestrame... lo bien que te hago sentir.

Y así hice. Dejé que mi mente se olvidara de las preocupaciones y permití que mis necesidades masculinas tomaran el control. Eso sí, sin olvidarme de zee quien parecía estar menos dolido por momentos. No sabía si estaba actuando o si realmente ya no le dolía tanto, pero funcionó para que me complaciera más sexualmente a mi mismo

No podía negarlo, aquello era increíble. Increíble en el buen sentido, por lo menos para el "Seme". Y me sentía mal por disfrutarlo, seguí pensando que era egoísta. Aunque yo ya le había hecho un "favor" a zee de antemano...

Zee gemía. No sabía exactamente de qué, pero gemía. Y eso, quisiera o no, ayudaba bastante, siempre y cuando me imaginara que no era por dolor. Su cuerpo se retorcía cada vez que realizaba un movimiento y sus manos acariciaban mi espalda. Agaché la cabeza y la metí entre su hombro y cuello. Ahora oía de más cerca sus gemidos.

—Más... — dijo zee en mi oído — Ah... saint. Más rápido.

Mi cuerpo respondió alegre a la propuesta de zee. Estaba bajo el efecto de aquella droga, la droga llamada placer de la que quieres más y más. Mi respiración era entrecortada, juraría que estaba haciendo más deporte del que jamás me había propuesto hacer.

Las manos de zee se resbalaron por mi cuerpo, desde mi pecho hasta mi cadera provocando que se me pusiera la piel de gallina. Mi velocidad aumentaba por momentos al igual que nuestros gemidos y nuestros cuerpos bailaban a un mismo compás. Comencé a besar el cuello de zee haciendo que este suspirara mi nombre de aquella forma tan sensual. Sentía como la temperatura subía cada vez más y mi cuerpo reaccionaba con más pasión.

"Demasiado estrecho" Eran las palabras que sonaban dentro de mi cabeza una y otra vez excitandome aún más. Abandoné el cuello de zee y clavé la vista en su miembro que botaba a cada embestida. No pude evitar bajar una mano hasta allí y comenzar a masturbar a zee. Mi novio apretó la uñas contra mi espalda y se irguió volviendo a pronunciar mi nombre. Moví mi mano a través de su pene completamente erecto. Ahora podía, o por lo menos quería confirmar que zee gemía de placer.

—Aah... Sí... saint...

Mi autocontrol se me iba de las manos, pero tampoco me importaba. Mis labios buscaron los suyos y fueron recibidos con ganas. Zee me besaba con ansia y yo le respondía igual. Resultaba casi imposible hacer un beso largo, por momentos se me olvidaba que necesitaba oxígeno hasta que me empezaba a ahogar.

—Mmm... zee... — dije interrumpiendo un beso.

—¿Qué? — respondió zee con dificultad al hablar.

—No puedo más...

—Yo menos... — zee abrió la boca para soltar un gemido — Aah... saint...

—¿Qué?

Nuestros ojos se encontraron. Zee se mordió el labio inferior y cerró los ojos dándome a entender que le gustaba lo que sentía. Como si fuera un instinto, comencé a masturbarle más rápido. Tras soltar otro gemido zee volvió a abrir los ojos.

—Te quiero... — contestó.

Al oír aquellas palabras noté como dentro de mi tripa millones de mariposas alzaban el vuelo de golpe. Aquellos ojos  no apartaron la vista de mi durante escasos segundos, hasta que
Zee se retorció cerrando los ojos con fuerza y gritando. Era su segundo orgasmo.

Y como no, sus líquidos masculinos volvieron a ser presentes mojando nuestros respectivos abdominales. Tras ver eso yo tampoco pude contenerme al tremendo éxtasis de placer que me invadió gimiendo como nunca antes lo había hecho. Y como si acabara de ser derrumbado, caí exhausto encima de zee.

No pudimos pronunciar ni una palabra en los siguientes dos minutos, simplemente permanecimos abrazados.

—¿Qué nota me das? — zee fue el primero en hablar — ¿Soy mejor yo o orn?

—Obviamente... — respondí sin separarme de él ni siquiera para mirarlo — Tú.

Noté que zee se reía y me daba un beso en la cabeza.

—Me alegro.

Nos volvimos a quedar en silencio. Pero no era incomodo, sino tierno. Me encontraba en ese estado de relax y no había nada mejor que oír los latidos de su corazón. Me sentía feliz y afortunado por estar entre sus brazos, tan feliz que se me escapó una sonrisa. Levanté la cabeza para mirarlo sonriente.

—Yo también — dije.

—¿Qué? — preguntó confundido.

Le di un beso corto y después me separé de él.

—Yo también te quiero. 

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