Capítulo 40

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Nos besabamos con efusividad y desespero, sus besos descendieron a mis pechos besándolos, los gemidos no se hicieron esperar, mi piel respondía antes sus caricias. Sentí sus manos dirigirse a mis piernas  y  giramos quedando yo arriba. Entierro mis dedos en su mata de cabello mientras sus  manos bajaban por mi espalda acariciando y llegando a mis nalgas; las toma y estruja a su antojo logrando que un par de quejidos abandonaran mis labios.

Me acomodó sobre su cadera rozando mi  húmedad con su gigante bulto. Coloque mis manos sobre sus pectorales queriendo sentir su calor; su piel ardia. Viajo a su pecho dejando un camino de besos hasta su boca, mis labios toman con delicadeza su labio inferior y nuestros ojos vuelven a encontrarse, su mirada lucia fuera de este mundo, sus ojos brillaban  como si algo estuviese quemando por dentro, le regalo una sonrisa  levantando las caderas tratando de calmar el fuego entre mis piernas.

Gimoteo cuando me tumba contra en colchón mis pechos rebotan de una manera malditamente obsena.

- Me pediste que te folle y eso haré. - susurra en mi oído, su mano baja a mi clitoris tocándome y su boca se prende de mi pecho lamiendo y succionado. No podía dejar de jadear, sus dedos causaban latidos en mi y no solo en mi corazón.

Estaba empapada.

- Follam... - las palabras quedaron en el aire cuando su glande me penetro de una sola estocada el gemido que escapo de mí sono por toda la habitación. Sus caderas se pegan más queriendo enterrarse por completo.

Como si eso fuese siquiera posible.

- Alec! - jadeo cuando comienza a moverse coloca sus manos en mi cadera y las suyas no dejan de golpear, cierro los ojos por el placer que esto me causa, mis puños empuñan la sabana mientras pienso si esto no es un puto sueño. Pero sus movimiento me dejan muy en claro que no lo es. Entraba y salia de mi con penetraciones profundas, mi humedad hacia todo más fácil.

Sentía su erección poniéndose cada vez más dura, gruñe mientras toma mi pierna colocándola en su hombro y hundiéndose más profundo en mi, abro mis ojos y lo encuentro observando mis pechos, sonrió con lujuria. Llevo mis manos a ellos  amasandolos y tocando sin descarades mis pezones erectos. 

Sus ojos brillaban llenos de lujuria y deseo, gimo una y otra vez cuando sus embestidas se vuelven más potentes y salvajes; Alec estaba jodidamente follandome.

- ¡si! Maldita sea Alec, más fuerte!

No podía dejar de gritar, mis caderas se movían junto con  las de él urgidos por la excitacion.

- Es-stas muy húmeda Dasha. - quería respónder y decirle que siempre que estaba cerca de él así me ponía pero era imposible en ese momento,  mi boca no podía dejar de gritar extasiada.

- Oh mierda. -gimo - si, si justo así.  - comienza a penetrarme en círculos lentamente y aumentando la velocidad de vez  en cuando turturandome.

Baja su rostro y ataca mi boca adentrando su lengua, enreda su brazo en mi cintura y la otra me toma firmemente de la cadera follandome frenéticamente, esconde su rostro en mi cuello jugando con mi lóbulo, cierro mis ojos fuertemente, mi respiración comienza a aumentar y sus estocadas lo hacen, profundas y erráticas una detrás de otra. No se detiene ni por un segundo.

- Alec. - apenas puedo murmurar su nombre, quería decirle que estaba por venirme, pero era imposible. No solo sentía  mi coño apunto de reventar, algo en mi pecho lo hacía.

Siento su miembro palpitar dentro de mí, me penetra una y otra vez hasta que muerde mi mandíbula y nuestra piel arde al sentir el orgasmo apoderarse de ambos, grito su nombre una y otra vez mientras se unde por completo en mí interior llenándome por completo de él. Arqueo mi espalda mientras Alec gime de la forma más varonil y sexy que alguna vez he escuchado. Muerde mi hombro mientras se deja caer sobre mi con la respiración a mil por hora.

Pasan algunos minutos en los que la música y nuestras respiración eran lo único que se escuchaba, ambos estábamos tratando de respirar con normalidad y asimilando lo que había pasado.

El mejor sexo de mi vida, no había ni las más mínima duda.

- Dasha. - murmura, abro los ojos viendo su rostro frente a mi, sonríe mientras me besa lentamente. Duramos así un buen tiempo hasta que se sale de mi y deja un tierno beso en mi cuello. Lo observo recorriendo su cuerpo, este hombre era el pecado en persona.

- ¿Aun estas enojado? - pregunto casi en un susurro, joder, yo nunca susurraba.

Vuelvo a preguntar con mi voz un poco más normal me regala una mirada de diversión.

- Podría ser.

Bien, era hora de afrontar las cosas y actuar como la adulta que era.

-  Dasha, ¿cómo saliste de la habitación? - pregunta de repente, lo miro tratando de entender hasta que recuerdo que el idiota de Sergei me encerró en mi propia casa, bien de él me encargaría después.

- Tumbe la puerta. -  un deje de orgullo muy apenas notorio se instalo en mi rostro, joder, era buena escapando.

Sube una de sus cejas como si ya lo supiera, sonríe y recorre mi cuerpo pero sus ojos se detienen en mi pierna cerca de mi tobillo.

Sus ojos se llenan de preocupación al ver un parche ahí, lo regreso a su lugar al ver que esta por moverse para revisar.

- Tranquilo, fue solo un roce apenas y sangro.

Me mira acusatoriamente.

- ¿Roce de bala? - asiento aguantando las ganas de tirar un comentario lleno de sarcasmo. Roce de que más podría ser.

- Diablos cariño, ¿estas bien? - busca su bóxer  y mientras se lo pone sonrió al escuchar como me llama, no puede ser más lindo.

Cariño, si, si, si. Ese calor en mi pecho incrementa y muerdo mi labio al ver que se acerca tratando de revisar, bien, es algo completamente desconocido para él. Me lo repetía una y mil veces, al menos cinco marcas en cuerpo eran de roces de balas si sumaba este nueva eran seis y un par de ellas si habían sido disparadas directamente, pero esa ya era otra historia.

- Esta mañana tu pantalón estaba manchado, era por esto ¿verdad? - asiento y algo en mi duele al ver culpa en su mirada.

- No hagas eso, no tienes porque sentirte responsable. - la seriedad en mi voz logra que sus ojos se aparten de mi pierna.

- Tú has estado para mí ayudándome y no soy capaz si quiera de curarte una herida, lo siento por ser así. - frunzo el ceño y niego.

- No Alec, esta bien, hago esto todo el tiempo ya estoy acostumbrada a hacerlo yo sola y no tienes por que culparte de nada, ¿bien? - a penas y asiente con la cabeza, deja un lindo beso en el parche y se devuelve para besarme.

- ¿Si quiera sabes quien lo hizo? - pregunta, los recuerdos de la noche anterior llegan a mi mente y por un segundo las palabras de esa mujer vuelven a mi cabeza.

- Alec, necesito hablar contigo.


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Mi Maldita PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora