Capitulo 50

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Dasha.



Sus ojos no dejaban de mirarme.

Estaba delgado, más que la última vez. A menudo solía preguntarme cuanto mas sobreviviría, si las cadenas se quitaran de sus muñecas se desplomaría en segundos y su cráneo seria perforado por las pequeñas navajas que adornaban los clavos de acero. Muerte segura e instantánea. No gritos, no dolor, solo sangre.

Obviamente esto pasaría si tratara de escapar, o si mi dedo desactivara el sistema, si lo que busco es darle una muerte sin sufrimiento. Claramente eso no esta en mis planes, quiero que sufra y suplique por perdón, que se arrastre y los días que quedan de su jodida e insignificante vida se arrepienta por causarle a su hijo tanto dolor. No se parecía en lo absoluto mi prometido a él, sabía que había sacado lo atractivo de su mamá y me alegraba.

Dejo escapar un suspiro. – Hueles como la mierda. – una especie de carcajada sale de él, la rabia se apodera de sus pupilas. El hijo de puta recibía un vaso con agua y pan al día, lo sé, muy amable de mi parte. Quizá pronto lo dejaría de hacer, era un mal agradecido de primera y su cara comenzaba a hartarme.

Los sollozos de Anna causan un chasquido de mi parte, el rostro del viejo se transforma en una mueca de horror al escuchar los gritos de la chica. Mis soldados estaban siendo muy amable con ella y la perra parecía no cesar. – Oh cierto, casi lo olvido. – finjo pena. -  Huésped nueva, espero que ambos se harten tanto uno del otro que imploren por su muerte. – la sonrisa en mis labios es de maldad pura.

-          ¡Vete a la mierda! – la voz de la chica se eleva, camino por el pasillo hasta su celda. Sus muñecas ya se encontraban encadenadas, luchaba por escapar, al paso que iba lo único que conseguiría seria terminar sin extremidades. Bien, me ahorraría trabajo.

-          La tienes justo a lado, me asegure que tu estancia aquí fuera de lo mejor. – musito, grita con desespero, niego chasqueando mi lengua.

-          Vamos niña, muestra un poco de educación y espera a que me largue.

-          Maldita hija de perra. – susurra con odio impregnado en su voz. Mi cuerpo se tensa de inmediato, puedo ver como deja de respirar y la angustia viaja por cada parte de su cuerpo.

La risa oscura que brota de mis labios es lo único que se escucha.

Su cuerpo tiembla y las lágrimas abandonan sus ojos.

Mi dedo viaja al escáner y en segundos del suelo salen los clavos de acero, no lo iba a hacer, pero ya que lo pidió con tanto anhelo se lo daré.

-          Bienvenida a la cueva de Luzbel.

Con un guiño me despidió, su garganta se desgarra con horror puro y abandono el lugar.

La oscuridad de la madrugada me recibe, espere a quetodos durmieran para ingresar a la chica, sabia que la cueva tenia que cambiarde ubicación pronto. Acceder a ella era imposible a menos de que yo lopermitiera, si la seguridad en mi casa era estricta, la cueva lo superaba. Aunasí no podía confiarme, ordene su construcción porque solo era yo tiempo atrásen casa, actúe bajo un dicho que mi padre solía decir, ten a tus amigos cercas y a tus enemigos más. Muchas personas habían pasado por ahí y nunca habían salido vivas, esta no seria la excepción, aun así, no me encantaba la idea de que Alec y mi hermano estuviesen cerca de ellos.

Susurros me conducen al final del pasillo, puedo reconocer la voz de Ekaterina en el cuarto de juegos. Parecía discutir con alguien y su forma de hablar tan diferente a la habitual me desconcertaba.

-          Para de ser un imbécil... claro que se lo que eso significa. – así que la rubia fuma, entrecierro mis ojos al reconocer uno de mis porros. Tenso la mandíbula al caer en cuenta de que para obtenerlo tuvo que tomarlo de mi escritorio, en mi jodida oficina. 

Mi Maldita PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora