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Estaba comenzando a desesperarme, no me gusta quedarme encerrada en un espacio pequeño. Comienzo a presionar todos los botones del tablero desesperadamente.

—¡Has algo Eric!—le grite.

—¿Qué quieres? ¿Qué mueva el ascensor por telepatía?

Será el muy idiota.

—Sufro de ataques de pánico—susurre.

—¿Qué tu qué?—dice mirándome.

—Sufro de ataques de pánico—digo.— A tal punto que suelo desmayarme.

Mal momento para decírselo, ¿eh?

—Mierda—dice tomándome de los hombros.— Siéntate ahi.

Me senté en una esquina del ascensor, comencé a respirar irregular, mientras Eric trata de llamar a emergencias.

—No tengo señal—dice mirándome.— Estarás bien, tranquila.

—Sigue hablando, así tengo algo más en que pensar—digo.

En ti, por ejemplo.

El se sentía junto a mi y suspira mirando el techo del ascensor.:—¿Te gusta el pan?

Me rio haciendo que lo haga también.

—¿En serio?

—Bien, bien—chasquea la lengua.— No salgas con Jackson

Eso fue inesperado.

—Eric..

—No. Escúchame. No salgas con el, solo quiere acostarse contigo.

–¿No has pensado que yo quiero acostarme con el?—alce una ceja.

Se carcajea:—Ese comentario fue muy virgen de tu parte.

Me sonroje.

Y el parece notarlo, oh no.

—Espera. ¿Lo eres?—parece sorprendido.

—No.

Si.

Carajo.

Idiota, idiota.

—¡No puede ser! ¡Lo eres!—se carcajea.

—¿Y que tiene? Al menos no soy promiscua—escupí.

Eso pareció ofenderlo muchísimo.

—No soy promiscuo—bufa.

—¿Entonces vas a decir que la rubia y la pelirroja son la misma persona?—me río.

Se carcajea fuerte, nos quedamos en silencio unos minutos antes de que el vuelva hablar para seguir hablando del tema de mi virginidad.

—Entonces..—dice.—¿Nunca..? Ya sabes te has.. auto conocido.

—¿Es como le llamas a la masturbación?—me carcajeo.

—Lo siento, no se hablar idioma Virgen—sonríe.— Es increíble que llegues a la tierna edad de dieciocho años y aún nada de nada.

—Creo en llegar Virgen al matrimonio—susurro.

Que antigua.

—No puede ser—se ríe sonoramente.

Otra vez silencio, esto no era normal entre nosotros. Bueno, siempre nos insultamos o hablamos de cosas incómodas. El suspira, y abre otra vez su boca para hablar.

—Lamentó haberte llamado zorra—lo miro.— y también lamento haberte gritado.

—Lamentó que te haya abofeteado—susurro.— No fue mi intención.

El chico de al lado ©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora