44 "Cuento de hadas"

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Noah

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Noah.

Eso es en todo lo que he pensado desde ayer, cuando la señora Camila dijo que bailaré con él.

Bailaremos juntos, esto es un sueño para mí. Claro, lo disfrutaría mucho más si él y yo estuviéramos bien, pero ¿por qué no lo estamos? ¡Oh, claro! ¡Por mi culpa! Muy bien hecho, Alison. Cada vez que recuerdo lo que pasó, me avergüenzo más de ello, es que simplemente fui una puta, literalmente. Si pudiera hacer algo para que Noah me perdonara...

—Señorita Moore —habla la Profesora de Química, sacándome de mis pensamientos.

Ay, si es cierto que estoy en la preparatoria, no me acordaba.

—¿Si, señora Flores? —respondo, incorporándome.

—¿Está en este mundo? ¿O en un viaje a otra galaxia? —habla como si fuera un chiste, pero en su semblante no hay ni una pizca de gracia.

—Lo siento.

—Vaya a la oficina del Director —ordena.

—Oh, no, no es necesario, señora Flores, yo lo lamento, le prometo que pondré atención a la clase y yo...

—¿En serio? —cruza sus brazos sobre su pecho —¿Pondrá tanta atención como para darse cuenta cuando termina? —alza una ceja.

Miro a mi alrededor, dándome cuenta de que todas las sillas están vacías.

—No puede ser, ¿qué hora es? —miro mi reloj el cual marca las ocho y cuarenta y nueve.

La clase había terminado hace quince minutos, y voy atrasada a la siguiente.

—¿Ve? Vaya a la oficina del Director, señorita Moore. —señala la puerta —Y para que sepa, yo no la estoy enviando solo por su distracción, sino porque el Director Foster me pidió que la enviara allá cuando terminara mi clase, ya que tiene cosas que hablar con usted.

Yo abro la boca para protestar, pero la cierro al darme cuenta de que si reclamo, será peor, así que solo tomo mis cosas y salgo del salón.

Lucas y Claudia no comparten clases conmigo hoy, por lo que no estuvieron ahí para bajarme de Noahlandia.

Me dirijo a la dirección, y en unos cuantos minutos llego.

—El señor Foster la espera, adelante —informa la secretaria.

—Gracias —paso.

—Señorita Moore, nos volvemos a ver —habla el Director.

—Si —me siento en la silla frente al escritorio en dónde se encuentra sentado el señor Foster.

—Iré al punto porque tengo cosas que hacer, ¿bien? —yo asiento —Sus notas cada día van de mal, en peor —frunzo el ceño, confundida.

—¿Qué? Pero yo he hecho todos las tareas y he presentado todos los exámenes —reclamo.

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