11 "Día de hermanos"

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El parque.

Es tan agradable, puedes venir con tu mascota, con un amigo o amiga, o hasta solo, y no te aburrirás.

Me siento en uno de las bancas que están repartidas por todo el pequeño parque que hay a unas calles de mi casa. Noah se sienta a mi lado. Al frente de nosotros hay unos niños jugando en la arena, se ven muy alegres.

—Oye, emm, —comienzo a hablar, dudosa, por lo que Noah me mira —gracias por ayudarme a estudiar —él sonríe.

—Espero que salgas bien mañana —dice, para seguir viendo a los niños.

Mis ojos se clavan en él; su cabello se ve dorado debido a el atardecer cayendo reflejándose en este, al igual que sus ojos, los cuales tienen un brillo impresionante y se ven más claros de lo normal. Él está apoyado en sus piernas con sus brazos, sus manos están entrelazadas y sus ojos me atrapan viéndolo por el rabillo del ojo.

—¿Te gusta lo que ves? —bromea. Ruedo los ojos.

—Si, por supuesto —digo sarcásticamente.

Su mirada se posa en mí, prestándole atención a cada uno de mis movimientos, lo que hace sentir nerviosa.

—Noah, yo... en serio lamento lo que pasó hace rato, yo...

—¿El beso? ¿Lamentas haberme besado? —inquiere, cruzándose de brazos mientras se recostaba en el respaldar de la banca.

Yo asiento lentamente.

—Es que... tienes razón, tengo novio y soy menor de edad, esto —señalo el espacio entre los dos —es prohibido.

—Pues, lo prohibido es mejor —susurra, mojándose los labios mientras mira los míos.

—Si, pero...

—¿Vas a negarme que te gustó? —me interrumpe.

Me muerdo el interior de la boca.

¡Por Dios! ¡Por supuesto que me gustó! Besa a la perfección.

—No, no me gustó —respondo, mirando hacia el frente, sintiendo su mirada pesada sobre mí.

—Bien, no te diré nada porque sé que es mentira.

Un pequeño silencio se forma entre nosotros, no incómodo, pero es silencio. Jugueteo con mi brazalete, no quiero levantar la mirada porque siento que él me está viendo, y si lo veo a los ojos todo dentro de mí se derrumbará.

—¡Helado! —gritan los niños, levantándose y yendo a él puesto de helados que está comenzando a abrir.

—¡Helado! —gritamos Noah y yo al unisono mientras nos levantamos.

Nos miramos y reímos.

—¡Tú pagas! —exclamo, corriendo al puesto de helados.

—Oye, paga tú, yo lo pedí primero —reclama él, siguiéndome.

—Lo pedimos al mismo tiempo, Noah —río.

—Yo lo dije cero punto un segundos antes que tú, así que paga —nos formamos en la pequeña fila de niños.

Si, somos los únicos grandes en la fila.

—Creo que este puesto no es para nosotros —susurra Noah, viendo cómo le dan los helados gratis a los niños.

—Ay, claro que sí, vamos. —llegamos a el frente —Hola, ¿me da dos helados? Por favor —pido, la señora detrás de la barra de los diferentes sabores de helados, me mira incrédula.

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