Epílogo (Parte 2) "Familia y amigos"

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—¡Pequeña! —grita mi hermano con emoción cuando abre la puerta y me ve ahí afuera con las maletas. Me abraza y me da vueltas en el aire, lo que me hace reír.

—Oh, te extrañé demasiado —digo con emoción. Él me baja y me suelta para mirarme a los ojos.

—Yo también te extrañé mucho, hermanita —sonreímos.

—¡Mi bebé! —dice mamá, acercándose a paso veloz hacia mí, por lo que entro a la casa y me apresuro a abrazarla —¡Mi niña está en casa! —dice con felicidad.

—Ali, estás tan diferente —nota papá para luego abrazarme también.

—Si, bueno, son seis años —digo con una sonrisa.

—Desde que te ví ese piercing en la nariz en aquella foto quise estrangularte, —bromea papá —pero debo decir que se te ve muy lindo.

A pesar de que estoy feliz por el recibimiento que mis padres me dan, siento la ausencia de un saludo que me hace mucha falta.

—Ay, no, ya voy a llorar —chillo cuando mis ojos se llenan de lágrimas.

—¿Por Sheldon? —inquiere mamá mientras se acerca a mí para abrazarme. Yo asiento —Lo sé, todos lo extrañamos.

Shel murió hace tres años debido a un ataque al corazón, ya estaba muy viejo y su cuerpo ya quería descansar. Pero me duele tanto como haber perdido a un familiar, él era mi bebé.

—No llores, pequeña, a él no le gusta que llores, ¿recuerdas como se ponía? —dice mi hermano.

—Si, él se ponía a llorar conmigo, me lamía la cara o me daba un intento de abrazo —digo con nostalgia mientras me seco las lágrimas.

Extraño mucho a Shel, y siempre lo haré. Es el mejor perro del planeta.

—¿A mí no me piensas saludar? —inquiere Clau, acercándose a mí con los brazos abiertos y una sonrisa.

—¡Clau! —me lanzo a abrazarla fuertemente —Te eché mucho de menos. —digo, finalizando el abrazo —Te ves preciosa.

Su cabello sigue largo, puesto que le encanta así, sus ojos aún conservan ese brillo tan hermoso que los hace parecer una noche estrellada, y su hermosa y grande sonrisa hace que también me den ganas de sonreír. Su vestido rosa suelto, con pequeños dibujitos de platas en la tela, moldea a la perfección su figura, lo que la hace ver tierna y muy pero muy linda.

—Gracias, pero tú no te quedas atrás —dice, mirando mi ropa, la cual consiste en una blusa de tirantes color blanco y encima de esta un suéter gris que resbala por uno de mis hombros, con la cremallera subida hasta la mitad, y una falda negra cubriéndome hasta la mitad del muslo.

—Si, pero esa falda está muy corta. —gruñe Luther acercándose a mí por detrás, por lo que me volteo y lo fulmino con la mirada —¿Qué? Es cierto —se cruza de brazos.

—Iré a ver la carne, seguramente ya se está quemando. Vengan —nos invita papá. Clau y mamá se van detrás de él.

—Ay, pequeña, ya creciste —dice el pelinegro mientras camina hacia el mueble para sentarse. Imito su acción.

—Así es.

—Cuéntame, ¿qué tal fue el vuelo? —dice mientras juguetea con sus manos.

—Estuvo bien, no hubo tanta turbulencia —cuento.

—Oh, me alegra eso. Y ¿a qué hora llegaste a Nueva York? —inquiere con nerviosismo.

—Llegué hace como dos horas, pero no conseguía taxi. ¿Te pasa algo? —inquiero al ver cómo no deja de jugar con sus manos.

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