9 "Gracias, destino"

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«Ding dong»

¿Quién toca la puerta? ¡No me dejan dormir!

Sheldon comienza a ladrar mientras mira por la ventana y mueve la cola. Genial, ahora él tampoco me dejaría dormir. Me levanto con toda la pereza del mundo, bajo las escaleras lo más rápido que mi sueño me permite y abro sin importarme quien es.

Grave error, es Noah. Lo veo rápidamente; tiene una camiseta verde claro, un Blue Jean, zapatos deportivos y una mochila negra en su hombro derecho.

Rápidamente mis ojos se abren como platos. Se me había olvidado por completo que íbamos a estudiar.

—¡Noah! ¿Qué tal? Pasa —saludo, haciéndome a un lado para que pase. Cierro la puerta.

—Veo que te desperté, lo siento —se disculpa, viendo que estaba despeinada y en pijama.

—Oh, no te preocupes, voy a cambiarme y vuelvo. Soy un desastre en este momento —digo, comenzando a subir las escaleras.

—Siempre te ves linda —confiesa Noah, por lo que me paralizo a mitad de escalera, y me volteo a verlo, él me da una sonrisa sincera. Mis mejillas arden y me volteo para seguir subiendo las escaleras con una sonrisa en la cara.

Luego de diez minutos, bajo, pero ahora mejor vestida con un short azul marino y una blusa vinotinto. Sheldon me sigue.

—¡Oh! ¿Ese es tu perro? —inquiere el castaño, sorprendido de que fuera tan grande.

—Si, él es Sheldon.

—Hola, amigo —se agacha para acariciarlo y Sheldon mueve la cola alegremente.

—Sheldon, ¿qué te ocurre? —digo impresionada de que estuviera así de tranquilo con Noah.

—¿Por qué? —pregunta Noah.

—Es que siempre que viene gente nueva él se pone agresivo. —él alza las cejas —Es rescatado de la calle y cuando ve a alguien desconocido cree que le quieren hacer daño, tal como le pasó muchas veces, por lo que reacciona así.

—Oh, amigo, tu vida se escucha muy dura, pero ahora tienes a una dueña que te ama y te cuida —dice Noah, acariciándole la barriga, ya que se había volteado boca arriba en el piso.

—¿Qué te parece si comenzamos?

—Está bien —dice Noah, comenzando a sacar algunos libros que traía en su mochila.

—Emm, ¿te parece mejor si vamos a mi habitación? —pregunto un poco nerviosa.

—Mucho mejor —sonríe y toma de nuevo sus libros.

Comenzamos a subir hacia mi habitación, siento los nervios de punta, y no sé porque.

Bueno, a ver, vas a estar en una habitación con Noah, solos en toda la casa. No sé, tu dime porque son los nervios.

Entramos y le indico que estudiaremos en el pequeño escritorio que tengo para hacer mis tareas. Busco mis apuntes y libros, y me siento junto a Noah, el cual ya había puesto todo en la mesa.

Pasamos media hora, más o menos, en la que él me enseñó todo lo que debía saber para mi exámen, me había explicado demasiado bien, hablaba con tanta seguridad que hacía ver las Matemáticas como la cosa más fácil del universo.

—Si que eres bueno explicando —admito, guardando mis libros mientras él hace lo mismo.

Sheldon bosteza mientras se estira en mi cama, lleva durmiendo ahí desde que comenzamos a estudiar.

—Bueno, ya lo sabía, pero gracias, me halagas —dice, poniéndose una mano en el pecho. Yo solo ruedo los ojos mientras río —¿Y tu hermano?

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