Capítulo XXXIV

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La cabeza rodó por la alfombra de la sala real como una bola de boliche

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La cabeza rodó por la alfombra de la sala real como una bola de boliche. El consejo, que se hallaba en plena discusión previo a la interrupción, siguió la trayectoria del horripilante objeto, y luego, en retroceso, el rastro de sangre y humedad que los llevó hasta la autora de semejante escena.

Kara estaba desnuda y chorreando agua salada; brazos cruzados y mirada iracunda, como esperando algo. Acababa de ingresar, aunque nadie la había visto, por las grandes puertas del palacio, y no parecía muy contenta.

-          Kara – Ramagena se puso de pie desde su trono con aire de contrariedad –. ¿Cómo se te ocurre presentarte así? ¿Qué significa esto?

La joven, sin hacer ningún gesto, señaló la cabeza degollada, cuyos ojos presentaban una pantalla blanca y cuyos labios permanecían entreabiertos y grises como su piel. Cuando habló, lo hizo de forma monocorde y sintética, sin emoción alguna, como si se hubiese tratado de un robot elaborando un informe. 

-          Recibí una visita. Mi barco está hundido y mi tripulación muerta. Pero lo que a usted le interesa está allí fuera, en el pabellón. Traje todos los cofres que pude hallar en el fondo del océano Meridional. Lamento la intromisión.

Se volvió y se dispuso a marcharse, pero Ramagena le ordenó que se detuviese.

-          Por favor, que alguien le de algo para cubrirse – dijo la reina, tajante. Uno de sus esclavos se apresuró a cumplir su petición, tendiéndole a Kara su propia camisa –. Explícame qué sucedió, con lujo de detalles – levantó un dedo hacia Kara, cuya expresión prevalecía neutra, y luego lo bajó hacia la cabeza –. ¿Quién es esta?

-          Su nombre era Sarah – replicó Kara.

-          Sé más específica – gruñó la reina, impaciente –. Todos ustedes – miró a sus concejales –, retírense.

Los políticos obedecieron, y las puertas del palacio volvieron a cerrarse detrás de Kara.

-          Ahora sí – Ramagena caminó hasta su subordinada y la analizó de arriba abajo con desaprobación –. Deja a un lado esa maldita inexpresividad tuya y cuéntame lo que quiero saber, con un infierno, o te mandaré a azotar.

Kara no se inmutó con su amenaza. Más por deber que por voluntad propia, narró los acontecimientos que obstruyeron su misión, presentando pocas observaciones con respecto a sus atacantes.

Ramagena oyó con atención, y cuando descubrió que el brazalete restrictivo estaba roto, no se inquietó demasiado. A pesar de tener sus poderes, la joven se había presentado allí, lo cual hablaba de una lealtad asegurada de su parte. Quizás, pensó en cambio, ahora le resultase aún más útil que antes. 

La reina inició una indagación acerca de los supuestos maestros del tiempo, y mandó a sus investigadores a recopilar restos de la nave para saber más acerca de su procedencia. Puso sobre aviso a Neriza a través de un mensaje grabado, y no recibió respuesta. Hacía tiempo que la diosa de la muerte no se dejaba ver en Gondorf, por lo cual estaba claro que estaría enredada en algún conflicto de estado o dimensional.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora