Capítulo LXXII

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El miedo a morir es, quizás, uno de los más terribles de todos. Puede que lo peor resulte no saber cuándo ni cómo sucederá. Si nos tomará por sorpresa, si sufriremos, si acaso habrá una razón para el final. Y aún cuando todo esto se encuentra bajo nuestro control, el terror sigue susurrándonos al oído. Tomamos en consideración la vida que dejamos segada a medio camino, las personas que nos extrañarán, las que no lo harán. ¿Qué debimos hacer de forma distinta? ¿Qué hicimos bien?

Lyla no dejaba de darle vueltas al asunto a medida que avanzaba hacia la habitación donde sucedería, donde entregaría su vida definitivamente.

Le sudaban las manos. Oía con claridad el latido de su corazón junto a otro latido igual de fuerte que se extendía por todo su cuerpo como si fuese el suyo. 

El puente con Estela se fortalecía demasiado rápido y en el peor de los momentos. Había sido lo único capaz de hacerla dudar acerca de su determinación. Todo cuanto sufriera, se reiteraría en Estela con igual fuerza o peor. Lyla temblaba ante la certeza. Había hablado con Lena al respecto, y no tuvo más que mirarla para saber lo poco conveniente que resultaba el surgimiento del puente.

- Lo lamento, cariño... es terrible.- Le había dicho durante su visita. La noticia de la formación de un nuevo puente la tomó por sorpresa, más allá de haber notado con anticipación el malestar de su hija.

Lyla se había limitado a asentir mirándose las manos. Estela dormía en su habitación, y le llegaban los leves pálpitos de su foco serenado por el dulce roce del sueño. 

- En estas circunstancias, lo es, mamá. ¿Qué voy a hacer?

Lena la contempló y respiró hondo. 

- ¿Cuál es tu pregunta, en realidad?

Lyla se mordió el labio. 

- ¿Puedo deshacerlo? El puente, ¿puede romperse?

Odiaba haber tenido que llegar a eso, porque el puente era lo más asombroso que le había ocurrido desde que conoció el amor. Era una forma mucho más fuerte de sentir todo cuanto atravesaba su sistema cada vez que pensaba en Estela, o que la veía. Ojalá hubiese podido quedárselo y conocer día a día sus alcances.

Lena apretó los labios. 

- Se rompió cuando Kara y yo nos separamos tras la destrucción de la Tierra, pero no sabemos cómo sucedió, ni cómo puede volver a constituirse. 

Lyla se dejó caer en una silla y bajó los hombros. 

- Odio tener que hacerle esto - una lágrima rodó por su mejilla -. La amo de verdad, mamá... Y ahora, si la lastimo, sentiré su dolor. No podré bloquearlo, no voy a poder soportarlo. 

- Lyla, pequeña... - Lena apoyó las manos en sus rodillas-, eres muy fuerte. Y Estela, para estar aquí hoy, también lo es. No hay duda.

Lyla apretó los párpados. 

- No es una cosa de fuerza, mamá, ya no.

Ambas sabían que no lo era. Se instaló el silencio por unos instantes. Lena se removió. 

- Lo sé - se limitó a decir, exhalando y mirando al suelo -. Lo sé. 

Había empatía en su voz, lo único que podía demostrarle a su hija en una situación como aquella. No existía modo, dentro de sus medios, para ayudarla. O al menos ninguno que se le ocurriese. 

- Vamos a volver, Lyla - dijo entonces -. Volveremos, y destruiremos a Neriza de una vez por todas. La tormenta pasará, siempre lo ha hecho. 

Lyla no había perdido la esperanza, pero quería que aquello terminara cuanto antes. Luego de su corta reunión, volvió con Estela y la halló todavía en el sueño más profundo. Se recostó junto a ella, de lado, y la observó durante un rato. Reconoció en aquellos rasgos el poder y la chispa que aún persistían en ella, pensando para sí - inútilmente- que lo mejor habría sido no asistir a aquel campamento en el que se acercaron por primera vez, no haber fomentado el crecimiento de su interés. No haber aceptado aquella invitación de sus padres a la fiesta, no haber continuado viéndola en adelante. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora