Capítulo LXV

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Lyla aterrizó en el jardín de los Browning con Estela en brazos. El gran caserón resplandecía, blanco, a la luz del sol de esa mañana. Había ido solo dos veces a la casa de su novia, por lo general, ella prefería que no se encontrara con sus padres.

Discutieron durante toda la noche acerca de la identidad de sus buitres. Si había uno en la vida de cada quien, para Estela era más que obvio que su padre era parte de ellos, por más desconcertante que eso pudiese sonar para Lyla. 

- Pero ¡es tu padre! - no había dejado de repetir, incapaz de creer que un hombre dispuesto a criar a Estela, cumplirle los caprichos y velar por su futuro pudiese representar la brecha oscura en su vida. 

- Sí - contestaba, a su vez, Estela sin entrar en detalles-. Lena dijo que nos guiásemos por nuestro presentimiento. Yo sé que es él, Lyla. De la misma manera que tú sabes que tu buitre es Renner Hodson. 

Lyla depositó a su novia en el suelo y puso los brazos en jarras con una exhalación. Tenía una sensación extraña alojada en el pecho, como un pinchazo cada vez más intenso.

Estela se veía incómoda. Jugaba con sus manos y miraba alrededor, pero luego la determinación poseía sus ojos y se  recargaba de nuevas fuerzas para seguir. Sus dudas, para Lyla, eran razonables. Las dos sentían que estaban obrando por pura fe, sin ningún convencimiento claro acerca de que, más allá de las palabras de Lena, esa realidad no existiera. Que los árboles no fuesen árboles: que el viento que los movía y que les golpeaba sutilmente los rostros fuese un espejismo. De verdad les parecía impresionante que el sol no fuera el sol, y que Gertrude, una de las mucamas de los Browning, no se dirigiese a ellas en ese momento, con lo fuerte que sonaban los tacos de madera de sus zapatos. 

- Señorita Browning - dijo a Estela -. Vino con visitas... 

- Así es, Gertrude - Estela se enderezó -. ¿Está mi padre? 

- Donde siempre, señorita - aseguró la mujer, mirando por encima de las cabezas de las jóvenes o por debajo, pero nunca a los ojos-. ¿Desea que le avise que está aquí? 

- No te molestes - Estela apretó la mano de Lyla -. Yo misma me anunciaré. 

Pasaron junto a la desconcertada mucama y subieron de dos en dos los escalones de mármol blanco que daban a la puerta de entrada. Lyla vigilaba a Estela de soslayo, consciente de que aquello era mucho más complejo de lo que parecía, e incapaz de determinar cómo reaccionaría cuando, al final, debiesen llevarse al señor Browning al lugar de encuentro de los otros Buitres. Sabía que era un padre difícil, ¿pero de ahí a tener que matarlo?

Percibieron el olor del habano antes de ingresar por la puerta de roble que daba a la oficina. 

Albert Browning se sorprendió visiblemente por la visita de las dos. Estaba recostado detrás del escritorio, en un sillón de cuero que hacía un sonido de roce cada vez que se movía. Dejó el habano sobre un recipiente de porcelana y se inclinó hacia adelante. 

- Estela - dijo, y luego miró a Lyla -. Señorita Danvers... ¿A qué debo este placer?

Lyla había escaneado su foco más a fondo, y también sus pensamientos. Comúnmente, no se atrevía a ir tan allá porque respetaba la intimidad de las personas, pero el caso lo ameritaba. 

Se estremeció al percibir aún más de lo que creía poder encontrar. Molesta más que antes por lo percibido y por el engaño, tratando de dominarse, miró a Estela y le asintió. Esta última bajó los ojos con tristeza, como si se hubiese deshecho de la última esperanza que aún la ataba a ese mundo, y asintió levemente también.

- Martirio - dijo Lyla al buitre, pronunciando el nombre que acababa de arrancar de las entrañas de su mente. 

La criatura con disfraz de hombre soltó un respingo, despojado ya de toda estratagema, desnudo ante sus víctimas. Notoriamente aterrado. Lyla leyó sus intenciones y apartó a Estela para que se posicionara detrás de ella. El buitre soltó un quejido agudo, bestial, que hizo sangrar los oídos de Estela. Los ojos de Albert Browning se convirtieron en puro fuego, la piel se le cayó a pedazos y por debajo quedó al descubierto una cáscara rugosa y desagradable. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora