El barullo en la mente de Lyla le impedía pensar con claridad. Frente a ella estaba el espacio vacío, repleto de oscuridad, de constelaciones y de perspectivas lejanas. Debajo, los controles de mando de la nave más moderna a la que se había subido, y a su espalda, Anilah e Inaldor, que no paraban de discutir entre ellos y de hablar de Lyla como si no estuviese presente.
- Cállate de una buena vez, Inaldor, la gran cabeza de cuete no nos necesita. De otra forma, ¿para qué nos habría dejado encerrados todos estos años en nuestras cárceles de diamante? - Anilah hablaba en voz alta junto a la espalda de la joven, queriendo que sus palabras indirectas incidieran lo más posible en ella.
No había hecho otra cosa que agredir desde el momento en que Lyla devolvió la gema al lugar en su mano. Inaldor, de personalidad igualmente vigorosa pero más amable, trataba de serenar a la otra gema y de comprobar cuál era el plan de Lyla para haber terminado allí. Ella, consciente entonces de que había una pequeña parte de su mente en la cual, si se concentraba, podía salvaguardar sus secretos incluso de sus gemas, trataba de mantener la intriga hasta último momento. Bastantes críticas estaba recibiendo ya.
En el cuarto junto a la cabina de mando, Estela seguía dormida, conectada a cientos de cables y pantallas cuyo funcionamiento Alex le había explicado muy detalladamente. Lyla, buena aprendiz, retuvo la información de principio a fin, por completo convencida: era mejor que Estela permaneciera sumida en sueños a pesar de lo mucho que ansiaba su despertar.
De vez en cuando visitaba la habitación y repasaba sus rasgos serenos, su piel tersa sin cicatrices, sus pestañas alargadas, sus labios tan bien formados que de vez en cuando palpitaban como sus párpados ¿Estaría soñando mientras dormía? ¿En qué consistirían esos sueños? Le habría gustado preguntarle, oír su voz mientras se los contaba, como cuando estaban en la Tierra y despertaban juntas.
Se permitía pensar en aquel tiempo después de mucho de habérselo negado. El dolor siempre venía envuelto con los recuerdos gratos, con las noches de sexo en la ciudad, los abrazos y los rápidos besos de despedida, pero ahora una esperanza latiente protegía su corazón desgarrado. Una esperanza mínima, pero cada vez más real. Una esperanza culposa, porque al rato, irremediablemente, le aparecía también el rostro de Shera.
La hurniana parecía saber, cada vez con mayor convicción, que la presencia de Estela era como un agujero negro en lo que venían construyendo. Y Lyla, a pesar de que no dejaba de quererla y respetarla, conocía por igual el impacto del acontecimiento, y aunque hasta entonces se había creído incapaz de lastimarla, no concebía cómo podría sostener un vínculo sin arruinar el otro.
Ni siquiera quiso que la acompañara en ese viaje. No sabía cómo ella misma iba a reaccionar estando únicamente en presencia de las dos, además de sus gemas. ¿Cómo reaccionaría Estela? ¿Y Shera? ¿Y ella misma? Ni siquiera confiaba en poder actuar con cordura. Cosas así, como la resurrección de un amor póstumo, no ocurrían muy a menudo. ¿Cómo iba a estar preparada?
La cabeza le dolía de tanto pensar, y lo peor es que sabía que nada de lo que se le ocurriese, ningún escenario prediseñado, sería fiel a lo que estaba a punto de suceder. Estela podía volver a su lado; no había sido tan ingenua como para rezarle a Alaska por su retorno, pero bien que en noches oscuras, cuando sus pensamientos sobrevolaban un sitio y otro, le habría gustado doblegarse a esas costumbres. Por lo menos para calmarse, dejar a un lado su dolor o para distraerse con otras cosas.
Magnes, el gran asteroide al cual se dirigían, se acercaba rápidamente, y ella se ponía cada vez más nerviosa. Un grave presentimiento pesaba sobre su conciencia, justificable si se planteaba lo que estaba a punto de hacer.
En las pantallas aparecía la historia de Magnes; había formado, junto con otros fragmentos ahora dispersos por el Unitarium, un planeta que fue destruido en la primera guerra interplanetaria de la cual se tenían registros. Los seres que lo habitaban eran pocos por tratarse de un clima poco favorable.
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Nuevos comienzos- II Parte (Supercorp)
Fanfic"- Debes tener cuidado con lo que decides. Ser un héroe es un trabajo de por vida, y puedes perderlo todo en el transcurso (...). - No tengo miedo. La sonrisa de su madre flaqueó. - No todo es sobre miedo y valentía. El peor de...