Capítulo LXVIII

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Pasaron unos días antes de que Febn' Hurn consiguiera que el coliseo fuese seguro para el entrenamiento de Lena y Lyla. El lugar quedaba en un sitio estratégico entre la propiedad del hurniano y la capital mercantil de Waven' Hurn.

Entrenaban de media tarde hasta la noche, cuando los campos de fuerza de Febn' Hurn podían ser activados sin alertar a nadie. La luz solar de incidencia directa los revelaba mucho más que aquella que lo hacía de forma transversal. 

Varios integrantes del Clan presenciaban de cerca a las contrincantes. Ninguno de ellos había visto tal despliegue de fuerza jamás: era realmente alucinante ver saltar todo por los aires con un choque de puños o el movimiento de una mano. Los más jóvenes, sobre todo, estaban anonadados. 

Estela acompañaba a Lyla a menudo, pero no para verla darse derechazos con sus madres o Diana, sino porque, pese a que detestaba la idea, había generado cierta dependencia y no podía estar sola. Lyla no le sacaba un ojo de encima, y a ella le agradaba saberla respaldándola en todo momento. Se sentía más segura de lo que se había sentido en mucho tiempo: más aún, porque Kara y Lena la habían vuelto una extensión de su familia. Cuando una de ellas tomaba un descanso, se sentaba a su lado y le sacaba conversación, cosa usual en Kara, aunque no tanto en Lena. Estela nunca había conocido el lado maternal de esta última, no orientado hacia ella, al menos. Entendía de pronto que debajo de todo aquel hierro evidenciado desde el día en que se conocieron, existía una mujer dulce y cariñosa, que protegía a todos sus seres queridos con sumo detalle. Algo en Lena le causaba una profunda admiración: como si se viese reflejada en una parte de ella que se había desarrollado a un nivel que Estela misma jamás podría concebir. 

- ¿No tienes frío, tesoro?

Lena subió las gradas y se sentó a su lado, observando con preocupación el cómo se abrazaba los antebrazos. Un aire húmedo y tempestuoso corría por el coliseo. 

- Un poco - contestó Estela, restándole importancia. 

Lena levantó una mano y sus ojos brillaron. De pronto el aire alrededor de la joven se convirtió en una tarde caribeña. 

- Vaya... - Estela se enderezó y se movió hacia atrás. 

La mujer sonrió y devolvió su atención a la arena, donde Kara y Diana trataban en vano de esquivar los ataques fugaces de Lyla.  

- ¿Sienten algún progreso? - preguntó Estela. 

Lena alzó las cejas en su dirección. 

- Sinceramente... - apretó los labios-, no creo que esto nos ayude. 

Estela torció la cabeza. 

- ¿Y por qué lo hacen? 

- Porque es la forma que conocemos de mejorar. Y, bueno, fue en un campo de batalla donde nos pudimos transformar. 

El campo de fuerza tembló cuando Diana recibió el puño de Lyla con los brazaletes y se hundió casi un metro bajo tierra.

Dinahia y Lilah subieron las gradas para sentarse junto a Lena y Estela. Esta última aún no salía de su asombro con lo del clon de Kara, cuyos gestos, mirada, voz, todo eran lo mismo. ¿Cuántos más habría por ahí?

- Esto se está tardando bastante - dijo Lilah, aquella extraña mujer de cabello espeso y rizado y unos ojos violetas que parecían de otro mundo-. Se dan golpes de toda clase, pero lo único que hacen es mandarse a volar de un lado a otro. Ni siquiera se lastiman.

- Las tres son inmunes - le recordó Dinahia.

- ¡Venga ya! Si se golpearan de verdad, como en el combate de Neriza, estarían como colador- Lilah dió un resoplido-. ¡Si esa renacuaja hija tuya se está conteniendo...!

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora