Capítulo XLIV

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Debo detenerme en este momento, queridos lectores, queridas lectoras, debido a la necesidad gratuita de concretar la narración de los hechos sin faltar un ápice a la verdad, lo cual me obliga a estudiar el panorama más detalladamente.

Por ser estas causalidades y resultados tan complejos y, por otra parte, despreciables en ningún sentido concebible, les propongo que me acompañen a hacer un recorrido por los distintos escenarios que, por una y por otra razón, decretaron el final de una era.

Vayamos, en primer lugar, al interior de la Waverider en el momento en que Neriza y Notela se ponían al día al mejor estilo de un par de viejas enemigas. Las leyendas y sus huéspedes estaban completamente sumergidas en su propia impresión; alarmados por el inminente enfrentamiento, incapaces de hacer mediar palabra, y recibiendo, ¡en qué momento! un mensaje de los cabecillas de la causa. Todo se concretó, al parecer, en el mismo instante en que el aura de Lyla estallaba por los cielos y la nave la recibía con una fuerte sacudida, que los hizo despabilarse al fin. Oliver y Laurel gritaron la orden a la misma vez, y aunque sus camaradas estaban aún demasiado indecisos como para seguirlos con la rapidez que la situación ameritaba, la maquinal frialdad de Guideon consiguió salvarles el pellejo. La Waverider marchó a la velocidad del rayo para llevar a sus pasajeros a un lugar seguro, a cientos de kilómetros de allí. Como cabía suponer, Alex, Amelia y Cat no se contentaron precisamente con ser apartadas de su sobrina y de  Kara, pero su instinto de supervivencia les impedía siquiera rechistar. Habían visto lo que un enfrentamiento al nivel de Lena y Alnebis era capaz de ocasionar; aquel debía doblar, si no es que cuadruplicar las expectativas. Nadie en el planeta estaba a salvo, y esa certeza les retorcía las entrañas del más absoluto pavor. Me atrevo a afirmar que no había uno solo de ellos que no habría preferido que la orden hubiese implicado trasladarse a un rincón apartado del espacio, lo más lejos posible de Góndorf.

Tan precipitada fue su huida y tan enloquecidas estaban sus ansias, que recién cuando se detuvieron fueron capaces de darse cuenta de que ni siquiera habían evaluado el mensaje. Tampoco lo habían visto, ni escuchado, o como fuera que debía ser recibido. Laurel se posicionó ante la pantalla de mando con ese objetivo en mente, y planteó que resultaba extraño que los líderes de la causa, en definitiva diestros a la hora de ocultarse y afanados en hacerlo, hubiesen salido de su escondrijo para acceder a ellos. Olía a trampa sin lugar a dudas.

Pero cuando Guideon reprodujo el mensaje - que venía de voz de un Gondoriano adulto -, consideraron, en conjunto, que el riesgo valía la pena.

"Charlie nos dio la noticia de que estaban en Góndorf" fueron las palabras precisas para que el equipo consiguiese relajarse. Pero solo a medias, porque no pasaron siquiera dos minutos antes de que Oliver expusiera lo que algunos temían y ya habían pensado; luego de hablarle de la causa, no habían recibido nuevas noticias de Charlie. ¿Podría haber sido descubierta?

-       Lamentablemente, no podemos descartar la posibilidad - dijo Laurel -. Pero no debería detenernos.

-       Oye, te recuerdo que acabamos de dejar la artillería pesada en la capital - dijo Amelia -. Estamos indefensos a cualquier ataque.

-        ¡Ouch! - dijo Sary teatralmente -. Creo que esta tía nos acaba de decir inútiles, chicos...

-        Por supuesto que no - Amelia se cruzó de brazos -. Pero admitan que somos bastante poca cosa sin Terminator uno y dos.

-        Nos las hemos arreglado sin ellas toda la vida - repuso Ava -. Venga, preparémonos para la misión, a ver si conseguimos salir de este maldito lugar con vida y con aliados.

Se marchó y los demás, como si hubiese sido ella la responsable de dar la orden, se disgregaron.

La causa los había citado a unos kilómetros de la capital, lo cual los obligó a realizar un retroceso estratégico. Sin embargo, durante el camino se ocuparon de enviar una respuesta a sus supuestos remitentes, poniéndoles la condición de que la reunión se concretase en la nave. De esta forma, al menos, podían recuperar el control. Solo quedaba ver si la otra parte estaba dispuesta a correr el riesgo.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora