Capítulo XIII

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-          Por Rao, díganme que no lo hicieron.

Lyla acababa de entrar en el edificio de la DEO como un torbellino, dominada por la angustia que le había dejado en el pecho su encuentro con Estela.

Sus madres, que habían estado hablando con su tía Alex hasta el momento en que las interrumpió, intercambiaron una mirada, como poniéndose de acuerdo con respecto a quién se haría cargo de la situación.

-          Fue por tu bien, cielo – explicó Lena, levantando las manos.

-          Sí, puede que ahora no lo entiendas, pero a la larga, las cosas se iban a complicar – añadió Kara con torpeza. Su esposa la miró de soslayo, y ella se encogió de hombros. 

Lyla frunció el ceño y ladeó la cabeza, exhalando con indignación.

-          ¡No me lo creo! ¡Lo hicieron a mis espaldas! ¿No creyeron que tendría algo para decir al respecto?

-          Contábamos con que te opondrías – asintió Lena –. Por eso no te lo dijimos.

Lyla respiró hondo. Sentía que el enojo estaba a punto de hacer erupción en su pecho. Se aferró a las enseñanzas que le impartió Konumu cuando era joven acerca del control de la ira, y tomó aún más en cuenta las más recientes por mano de Tucs. Pero luego, al reparar en lo que estaba haciendo y su relación con lo que había ido a hacer allí, se sintió aún más enfurecida. ¡Todos querían controlarla, dirigir su vida! La creían una amenaza, y a su vez, en este caso, creían que el resto (Estela) podía también llegar a ser una amenaza. ¿Por qué no dejaban en paz al menos un tramo de su vida? ¡Ya no era una maldita niña! Podía tomar sus propias decisiones. Pronto, o no tan pronto, se enfrentaría a la enemiga más peligrosa que hubiese existido jamás, y sus madres se preocupaban por lo que pudiese suceder con una compañera de clase. Con una amiga. ¡No estaba dispuesta a dejarlo pasar! No bajaría la cabeza. Entrenaba, practicaba y se formaba la mayor parte del tiempo, todos los condenados días. Necesitaba algo para ella. Una parte de su vida debía pertenecerle.

-          Quiero que le devuelvan la memoria – dijo.

-          No va a ser posible – contestó Lena con gravedad.

-          ¿Por qué no? ¡Si J'onn le quitó sus recuerdos, seguro que puede devolvérselos! ¡Esto no es justo! Mamá supo tu secreto cuando eran jóvenes, ¡y todo salió más que bien!

-          Eso es discutible – dijo Kara, y cuando la mirada asesina de Lena se posó en ella, dio un salto y se apresuró a aclarar: – ¡No, cariño, ¡qué va! ¡Ahora estamos de maravillas, por Rao, lo sabes muy bien! No, no; me refería a aquel momento, cuando pasó una cosa detrás de la otra y...

-          Ya. – Lena hizo un gesto para que se detuviera –. Sé a lo que te refieres. Y Lyla también debe entenderlo. Darle a esa chica una carga tan descomunal como la que por equivocación le soltaste encima, puede ponerla en peligro – le dijo a su hija –. Cuando conocí a tu madre, tomé mis propias decisiones, y ambas vivimos con sus consecuencias. Pero éramos inexpertas, y no teníamos ningún referente. Contigo, la cosa es distinta. – suspiró y apoyó una mano en su hombro –. Ven conmigo. Hay algo que debes ver.

La condujo hasta las afueras del edificio, y las dos levantaron vuelo. Lena volaba más lento de lo que Lyla o Kara lo hacían, pero su hija no la apresuró, ni propuso llevarla a donde fuera que la estuviese guiando. Había una gravedad en su rostro que le hizo pensar que lo mejor era tener paciencia. Además, aquella clase de tranquilidad, el viento rozándole la piel con suavidad, y la sensación de liviandad que le otorgaba la altura eran un buen antídoto para su mal humor y su rebeldía. El aire la tranquilizaba, le ayudaba a pensar con claridad y a mantener a raya sus emociones negativas.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora