Capítulo LIX

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- Oh, no...— exhaló Amelia—, ¿qué sucede?

Regresadas a su forma original, boca abajo sobre el asteroide, vueltos los rostros hacia lados opuestos, Lyla y Lena seguían sin despertar. Estaban a merced de su enemiga, que sonreía de oreja a oreja, loca de contenta por su suerte.

-              Sus cuerpos no poseen el entrenamiento para manejar tanta cantidad de poder, y no vienen en buena racha— explicó Alaska—. No están ni tan descansadas ni tan bien nutridas como Neriza y Nevilah. Son seres mortales: necesitan de ciertas necesidades para poder funcionar.

Kara se puso de pie desde el lado de Estela, azorada, y se asomó al borde de la plataforma.

-             Hay que ayudarlas. Las acabarán...

-              Quizás yo pueda hacer algo si me cubren— intervino Lilah, levantándose las mangas y tomando algo de su bolsillo—. Pero no garantizo que funcione.

- Para mí es suficiente— Kara intercambió una mirada con Diana, que asintió y dejó caer la capa que cubría su armadura.

Las dos se prepararon para lanzarse al combate.

- Aguarden— dijo Dinahia desde atrás—. Iré con ustedes.

-               No es buena idea— le advirtió Lilah—. ¿Acaso no has prestado atención? Los enemigos de esta dimensión son mucho más fuertes que los de la nuestra. No tienes oportunidad.

-                Necesitan toda la ayuda de la que puedan disponer. Vamos— Dinahia se quitó el abrigo y lo arrojó al suelo, mirando a su doble con determinación—. Tendrás que darme un aventón hasta allí abajo.

-                Bien— asintió Kara.

-                 No creo que Ryvy esté feliz con que te mates rescatándola— observó Lilah.— Tus hijos te esperan en nuestro mundo, cabeza hueca. ¿Los privarás de la madre que les queda?

Dinahia hizo caso omiso y se aproximó a Kara, que le tendió una mano. Alaska las observó descender sin dar su opinión. No que a Kara le hubiese interesado: ya estaba claro que no los ayudaría.

Aterrizó entre Lyla y Lena y se agachó junto a ellas, trémula de emociones contenidas. Había perdido toda esperanza de volver a verlas, y sin embargo allí estaban. Eran reales, y también corrían un peligro inmenso. Levantó la vista hacia Red Death, que ya se acercaba a paso sereno; con la tranquilidad de quien sabe que tiene todas las de ganar. Y con razón.

-            Esto va a doler como el mismísimo fuego del inframundo— opinó Diana, embanderando su espada.

-    Te quedas corta.

Kara y Diana vieron con asombro cómo Dinahia se desvestía sin reservas y se encogía en el suelo. Un resplandor dorado se desprendió de ella, y la enorme silueta de un lobo lumínico creció hasta absorberla. Cuando la luz desapareció, donde había estado la gemela de Kara hallaron a una bestia de pelaje pardo amarillento con los ojos como halos anaranjados e incandescentes. Enseñaba los dientes y arañaba el suelo amenazadoramente, gruñendo y ladrando.

Era un lobo más grande de lo normal, pero a Kara le parecía dudoso que fuese rival para Neriza y su hija. Poco importaba que fuese una Semi- diosa. Aquella no era una pelea de garras y colmillos.

Lilah se agachó junto a Lena y extrajo una piedra de la bolsita que había sacado de su bolsillo. Era blanca e incandescente.

- ¿Qué es eso?— preguntó Kara, sin quitar los ojos de su oponente.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora