Capítulo XLII

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Luego de su caminata, Kara se sintió más tranquila, con la cabeza menos nublada y el ánimo ligero. El aire exterior tenía una carga distinta a la de esa mañana; las partículas que zumbaban a su alrededor lo hacían con mayor pesadez que de costumbre, como ralentizadas por una fuerza superior a su propia composición.

Buscó a Rala por el castillo con ayuda de su audición sin poder encontrarla. Quien fuera que hubiese ocupado su lugar, ya se había marchado. Quizás para ese entonces se hallase junto a Diana y Dhé.

Tuvo tiempo de repasar aquello que, según ella, pudo incitar a La Causa a llamarla. No podía tratarse de una coincidencia, con la llegada de Neriza. ¿Estarían, acaso, planificando un ataque? No le parecía que fuesen tan imprudentes como para arrojar todo su esfuerzo por la borda de forma tan simple y estúpida. No, tenía que ser otra cosa, ¿pero qué?

Se propuso charlarlo con la única persona en el palacio que podía serle de utilidad, y lo encontró en el jardín. Augurio estaba dedicado a su pequeña, aunque adorada plantación, destinada a distintas pociones, venenos y hechizos. Las flores, helechos, tubérculos y ramificaciones espinosas tenían un aspecto de lo más exótico, fatuo, y mortífero en algunos casos puntuales. Sin embargo, como el niño alguna vez le había explicado a Kara, las apariencias en la flora y fauna de Gondorf eran muy engañosas; muchas veces la planta más bella era la que más rápido y de forma más dolorosa ponía fin a la vida de un hombre, y la más mustia, grotesca y espinosa, servía de antídoto o de remedio para la enfermedad más corrosiva.

El pequeño hechicero saludó a su amiga con una sonrisa radiante. Estaba de muy buen humor, cosa que Kara a menudo envidiaba de él. Aunque fuese maduro para su edad, y estuviese poseído por los espíritus de al menos diez mil hombres y mujeres que lo antecedieron, la inocencia formaba parte de él como de cualquier niño, protegiéndolo mediante el momentáneo olvido, quién sabe si distracción, de los problemas del mundo adulto al cual se había visto arrastrado.

- Hola, pequeñajo— Kara le revolvió el cabello y apoyó una mano en su espalda, observando apreciativamente los frutos de su trabajo—. Vaya, el calor las trae bien, ¿eh?

- La humedad de la tormenta las pone contentas— replicó Augurio, acariciando una hoja azul y espinada con la auténtica mirada de un apasionado en la materia—. Y se viene una grande. ¿Ramagena te ha hablado de la llegada de Neriza?

- No, no ha dicho nada. Pero tampoco la he visto; no está en el palacio.

- ¿Ah, no?

- No. Pero no es por eso que vine; ¿has recibido alguna noticia de tu-sabes-qué?

Augurio la observó con una ceja en alto por un prolongado momento, hasta que le pareció entender.

- Todavía nada. ¿Pero no crees que es muy pronto?

- Eso es exactamente lo que creo. Pero verás...

Le relató lo acontecido con Rala desde el momento en que se cruzó con ella. Finalizada la historia, él manifestó que no había visto nada extraño en la sirvienta esa mañana, aunque también había estado en su presencia. Como todo gran hechicero, Augurio era capaz de percibir mucho más allá que cualquier ser; así que sin dudas habría sabido identificar cualquier anomalía.

- Pero quizás esa sí era Rala— recalcó la joven—. Pudieron cambiar de lugar hace poco tiempo...

Augurio asintió, pensativo.

- ¿Quieres que te acompañe esta noche? Te vendría bien tener un par de ojos extra a disposición, con todo este misterio... Y mucho mejor si son los míos.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora