VI

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Cuando Musia subió por la cabina principal de la nave colmena que había invitado a abordar a Lyla a inicios de la semana, estaba acompañada por una mujer y un hombre de no más de treinta años, los dos con rasgos muy distintivos, hermosos en los parámetros del ojo humano, altos y fuertes. Parecían hermanos, pero era difícil asumirlo de algunas razas del Unitarium. 

Lyla dejó a un lado la tableta donde, hasta entonces, estuvo revisando los perfiles de quienes asistieron al congreso en la luna. Musia se los suministró creyendo, sin dudas, que los querría para estudiar a sus futuros objetivos. La realidad era bastante distinta; tenía que ver con una presencia que Lyla no había podido sacarse de la cabeza durante el último mes. 

Quizás era en vano buscarla allí. Resultaba poco probable que siquiera hubiese quedado registrada como visitante del evento. Si se disponía a otras  indagaciones más cercanas, sin embargo, se aproximaría peligrosamente al ojo de sus madres, quienes seguro estaban detrás de la presencia de aquel escuadrón que la detectó y salió en su busca. 

Podía ser, pensó en esos días, que su dolor hubiese compuesto en aquella joven castaña un reembolso enfermizo de algún destello de la presencia de Estela. Aprovechando la estructura humana y rasgos ligeramente similares de su persecutora, no era difícil creer que la oportunidad hubiese sido irrenunciable para su postergado subconsciente. Por eso su figura difusa, en su mente, se había vuelto tan rematadamente persistente.

- Estos son Firenen y Dinanan - dijo Musia, señalando a sus acompañantes.- Llevan un tiempo ya con nosotros. Te ayudarán a infiltrarte en la gala. 

Lyla agachó la cabeza hacia los dos, y ellos respondieron con un gesto igualmente acotado. Pudo ver en sus ojos y en sus focos su misma fiereza, aquel aspecto que los volvía capaces de la brutalidad, del engaño, de la ambigüedad.

Se habían preparado durante una semana para Emosbon, pero Lyla llevaba varias más trabajando en su físico. No se sentía especialmente débil, y era posible que en su peor forma aún pudiese vencer a cualquiera que se le cruzara, pero entrenar le despejaba la mente, y había olvidado lo bien que se sentía hacerlo. 

Aprovechaba los pasajes montañosos y selváticos de Niat para colocarse un brazalete supresor y así correr rutas de muchos kilómetros en terrenos difíciles desprovista de sus poderes. Según aprendió en Ganga durante su formación, su estado humano - kryptoniano sin la influencia del Númex, del sol amarillo o de su sangre erata era un elemento mucho más fácil de moldear a su antojo. 

Al principio, los entrenamientos en su físico desacostumbrado fueron dolorosos. Su piel vulnerada por la tecnología auto-impuesta se rasgaba demasiado fácil para lo que era su costumbre, y cuando se sobre-exigía en climas demasiado extremos, como vientos helados y secos o tormentas de arena como las que a menudo experimentaba el planeta, acababa vomitando o tosiendo sangre. 

Al llegar a casa, trabajaba con el peso de su cuerpo y con artefactos de levantamiento que había conseguido en el mercado galáctico de alguna capital foránea. De esa forma, poco a poco y gracias a su genética kryptoniana, iba ganando lo perdido a un ritmo acelerado. Sería muy difícil que volviese a la figura de veinte años de entrenamiento que tuvo durante la guerra, pero al menos sus músculos comenzaban a cobrar forma y consistencia.

Luego de una semana de planificación y quietud en aquella nave, Lyla deseaba con todas sus fuerzas experimentar algo de acción. Comenzaba a aburrirse de las presentaciones diarias a colegas de Musia de todos los rincones del Unitarium, hombres y mujeres en su mayor parte severos y distantes, rapaces e implacables. Resultaba complicado confiar en cualquiera de ellos, pero bueno, también podía decirse lo mismo de Musia.   

La cortiana no acababa de cerrarle. Soltaba demasiados halagos, quizás creyendo que podía enredarla de alguna manera en su misión, o motivándola para sacar lo mejor de ella. Para ese entonces, Lyla ya había captado que Musia era una especie de líder en la causa anti-Neriza, y de hecho una muy buena. Sabía cómo alcanzar los corazones de los mercenarios más despiadados del Unitarium y unirlos a su comunidad. Su elocuencia y manejo del lenguaje, de las acciones, movimientos y gestos era tan bueno que resultaba peligroso. Quizás por eso Lyla desconfiaba. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora