Kara se enderezó con las manos tras la espalda y analizó la sala del trono con actitud indiferente. Estaba rodeada de Gondorianos elegantemente ataviados charlando entre sí, viéndola de lejos con intriga, como si se tratase de un animal exótico y extravagante. Estaba acostumbrada a las miradas, y no se inmutaba cuando alguno era lo suficientemente osado como para acercarse y hablarle directamente. Comprendía bastante bien el dialecto gondoriano, pero ellos no tenían por qué estar enterados.
Alguien vino desde atrás y se paró a su lado. No tuvo que mirarlo para saber que se trataba del niño hechicero, que había sido nombrado luego de que ella asesinara a su antecesora. Era, dentro de aquellos muros, la única persona con la que Kara hablaba de verdad y sin amargura. Aún siendo tan joven, Augurio había atravesado muchas penas y dificultades para poder llegar a formarse a tiempo, lo cual lo había vuelto tan callado y reservado como ella. Por eso congeniaban. Esa noche estaba muy nervioso; apestaba a sudor, sus ojos lo analizaban todo y su corazón repiqueteaba sin cesar.
- No tendrás que hablarles ni preparar ningún discurso revestido de mentiras convenientes– dijo Kara en un afán de serenarlo –. Estás aquí como un adorno, tal como yo. Ramagena quiere demostrarles su poder a las otras familias reales.
- No es por eso – replicó el pequeño, masajeándose el brazo y levantando la mirada hacia ella –. ¿Tú quieres a la reina, Kara?
La joven bajó los ojos hacia él, sorprendida por la pregunta.
- ¿Que si la quiero? Es la reina. Estamos obligados a que así sea. Sobre todo nosotros.
- No es eso a lo que me refiero... Verás, hoy un extraño se acercó a mí y trató de meterme muchas ideas locas... Dijo que Ramagena era el enemigo de Góndorf, y que debería unirme a la resistencia para derrocarla...
Kara, antes de que continuara, lo tomó por el brazo con urgencia y se lo llevó a un rincón apartado, mirando a su alrededor para cerciorarse de que nadie lo hubiese oído.
- ¡Baja la voz para decir esas cosas! – exclamó, reprendiéndolo –. Si algún devoto a Ramagena te oye, podrías acabar colgado.
Augurio tragó saliva y también miró alrededor, temeroso.
- Nadie estaba cerca...
- Eso nunca se sabe – suspiró Kara, cruzándose de brazos –. Háblame más de ese hombre, ¿es del castillo?
- No, estaba en el mercado. Iba cubierto con una capa oscura con un símbolo de la casa de los Piedra Roja en el pecho... Creo que vino con una de las comitivas.
- Entonces no hay de qué preocuparse. Allí fuera está lleno de locos que pretenden conspirar contra el trono, pero nadie los escucha.
- ¿Y tú los has visto alguna vez, durante tus viajes? ¿Conoces lo que dicen?
Kara alzó una ceja juiciosa.
- Veo que lo que te dijo te afectó. ¿Dudas de tus votos?
Augurio se miró los pies, inseguro.
- En realidad, son mis votos los que me hacen dudar... Se supone que soy el nuevo hechicero. Debería proteger los intereses de mi raza, no de la corona...
- Eso no te había molestado antes – observó Kara, consciente de que Augurio había sido criado dentro de aquellos muros justamente con el interés de que diese la espalda a su orden a favor del trono –. ¿Qué fue lo que cambió?
El niño titubeó, dudoso.
- Vamos, no tienes por qué temer – Kara apoyó una mano en su hombro –. Puedes confiar en mí.
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Nuevos comienzos- II Parte (Supercorp)
Fanfiction"- Debes tener cuidado con lo que decides. Ser un héroe es un trabajo de por vida, y puedes perderlo todo en el transcurso (...). - No tengo miedo. La sonrisa de su madre flaqueó. - No todo es sobre miedo y valentía. El peor de...