XII

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Lyla regresó a unas horas de haberse marchado y encontró a Shera sentada en la mesa revisando un libro de su biblioteca con visible interés. Era una crónica muy reciente de la historia de la guerra contra la fuerza superior, escrita por un periodista reconocido de Waven'hurn. Lyla solía utilizar esos libros para ir aprendiendo con mayor fluidez los idiomas de las razas principales del Unitarium. 

 La hurniana levantó la mirada al oír que cerraba la puerta y analizó rápidamente su aspecto, deteniéndose en las manchas de sangre en sus mangas.

Lyla se dejó caer en la silla al otro extremo y se quitó las botas, sintiendo el peso de sus ojos sagaces. 

- ¿Quién fue el desafortunado? - inquirió Shera.

Ignorando la pregunta, Lyla se sacó por encima de la cabeza la blusa ensangrentada, dejándose solamente la camiseta sin mangas y el sujetador, y la lanzó en un cesto en la esquina del cuarto para luego llevarla al río. Desde que vivía en Niat, había tenido que adecuarse a lavar la ropa a la antigua. 

- Deberías recostarte. Solo así mejorarás- dijo.

Shera dejó pasar su descortesía y se acomodó en su silla. Estar sentada, teniendo que soportar el peso de su cuerpo magullado, no parecía resultarle especialmente cómodo, pero Lyla percibía que era demasiado orgullosa para hacerle caso y, por otra parte, tenía un objetivo en mente que aún no conseguía intuir. 

- Tuve que levantarme; necesitaba ir al baño y, además, estaba aburrida - le explicó-. ¿Qué es esa cosa que había en lugar de la Vacsum?

- ¿Hablas del inodoro?

Shera torció la cabeza e hizo un gesto de incertidumbre.

- ¿Así le llamas a esa chatarra? Qué ganas de complicarse. Son extraños ustedes, los humanos - concluyó.

Lyla sonrió.

- ¿Lograste usarlo?

Había tenido experiencias muy extrañas con las modalidades extraterrestres. Mientras estuvo en Waven'hurn, tuvo que adecuarse al tal Vacsum; un aparato unido a la pared de lo más estrafalario, incómodo, inverosímil, pero práctico. Los hurnianos, como otros tantos, opinaban que el inodoro de los humanos era rústico y básico.

- Eso creo - Shera apartó el libro y se inclinó con un gesto -. ¿Te divertiste allí afuera?

Lyla alzó una ceja, contemplándola con diversión.

- Seguirás insistiendo hasta que te lo cuente, ¿no es así?

- Una deducción sagaz. 

Lyla suspiró y se quitó el abrigo, no sin antes extraer de los bolsillos unos sobres que le habían dado a cambio de su trabajo. No se trató de un encargo, sino de un favor a una de las boticarias más viejas del continente, Geliat, que a su llegada la había recibido con los brazos abiertos e indicado muchas cosas de Niat sin las cuales Lyla no estaría ni la mitad de cómoda para ese entonces.

- Hice que un brabucón que quiso robarle a una amiga mía devolviese lo que no era suyo, y luego eliminé el problema definitivamente. Ya llevaba varios robos a las boticarias de la zona. Aquí no hay seguridad, ni gobierno, ni nada. Las injusticias deben arreglarse por mano propia. 

Shera asintió, sin evidenciar su postura. Pasado un momento, se puso de pie y renqueó para acercarse a ella y revisar los sobres, que contenían especias de muchos tipos.

- Me los dejó Geliat, mi amiga - le contó Lyla-. No era la idea cobrarle, pero las brujas necesitan pagar sus deudas de la forma que sea. Y bueno, lo cierto es que necesitaba algunas cosas.- Tomó uno de los sobres y se lo enseñó.- Este es para ti. Acelera la cicatrización y sirve como anestésico para el dolor. Un poco en la mañana y un poco en la noche será suficiente. Me aseguró que en unos días te sentirás incluso mejor que antes. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora