Capítulo XXI

385 52 7
                                    

La canción de los Rolling Stones, esa de la cual nunca recordaba el nombre, volvía a sonar en la radio. Primero un solo del bajo, luego se sumaba la voz y los demás instrumentos. Repetitivo, monótono... Otra vez el mismo anuncio de los papeles higiénicos baratos... ¡La dieta de veinte días, una maravilla total! ¿Qué espera para anotarse?... ¡Tartas "La Vieja Muriel"! Una tradición a lo grande... Luego la voz del locutor de la radio diurna, ese pequeño ronroneo de la radio vieja de Kara; su compañía más persistente durante los últimos dos meses.

Lena se volvió hacia la ventana. Era un día soleado en Nueva Ciudad Nacional, aunque ya el locutor se lo había hecho saber. Se incorporó con suavidad y se volvió hacia la cómoda, donde, como de costumbre, reposaba una bandeja repleta de comida, un café caliente y una carta de su esposa. Con pereza, extendió un brazo y tomó el papel. "Buenos días, Lee. Hoy es la expedición... Trataré de volver lo más pronto posible. Mucho amor, Kara". Lena no tuvo las fuerzas para sonreír. Volvió a dejar la carta en su lugar y se dispuso a bajarse de la cama, mirando de soslayo la bandeja de comida. Aquel era el gesto principal de Kara desde que la conoció; el consuelo a través de la acción de alimentarla. Por supuesto que Lena nunca había podido comer siquiera un cuarto de las cosas que le traía; no era una tarea humanamente posible. Solo Kara o Lyla habrían conseguido bajarse esa clase de bandeja... Había de todo; Bagels, rosquillas, pan italiano, frutas exóticas, al menos tres tipos de mermeladas, quesos de una y otra índole, panqueques, tortillitas y nueces. Incluso una pera gratinada con un revestimiento que parecía chocolate. ¿Quién sabía cuántos países había visitado para conseguir todo eso?

Y quién sabía también por qué Kara seguía insistiendo en embellecer sus días cuando ni siquiera ella se aguantaba a sí misma... Con un infierno, ¡era una pesadilla para su hija y su esposa! Por más que se esforzara por llevar las cosas como mejor podía, encerrada e inmóvil la mayor parte del tiempo, la cabeza le jugaba muy malas pasadas. Todo lo veía gris u oscuro, lo cual era radicalmente malo para su condición. Según Winn había descubierto, su estado anímico repercutía en el crecimiento de ese "tumor" oscuro que se seguía desarrollando en su corazón. Sus sentimientos fueron, de hecho, los causantes de la enfermedad. Aparentemente, aquello iba de bastante tiempo atrás; la mayoría se inclinaba a suponer que desde el conflicto con Alnebis. Después de todo, ¿qué podría haberla desestabilizado más que ver cómo la vida de Kara era arrebatada delante de sus ojos? Lena también creía en esa posibilidad, pero luego de realizarse varios estudios y analizar el tumor en secreto, le pareció que había una escena mucho más acorde. La supuesta muerte de Kara le había arrancado el alma del pecho de un solo tirón; fue mucho dolor en un solo momento. Luego estuvieron los meses durante los cuales se recluyó en los confines de Rusia; allí su carácter se templó de una forma insospechada, y el dolor se diluyó en su sangre hasta volverse parte de ella. Pero aún así, en aquel entonces seguía siendo íntegra; fragmentada por el tormento de su pérdida, pero tan pulcra y leal a sus principios como siempre. Todo cambió el día en que asesinó a su madre... Allí se produjo el punto de inflexión; cuando sintió ese pinchazo en el pecho, cuando percibió cómo el músculo que bombeaba sangre, que bombeaba sus sentimientos y su humanidad, se trocaba en un ente mucho más perverso que, asombrado de sí mismo, pudo impulsarla a cometer el mayor crimen de su vida.

El mal no era humano; provenía del Númex. Su esencia se caracterizaba por la sensibilidad y la pureza; con un lazo sumamente estrecho con el mundo y la vida. Un desequilibrio que asaltó a su portadora tan profusamente, corroyó una parte de él así como una parte de ella. Ahora no solo Lena moría, su núcleo vital y energético también, y por el momento, no había nada que hacer.

Lena oyó unos pasos en el pasillo. Quizás era sábado, o viernes... Lyla estaba en la casa y no en el instituto o entrenando, así que probablemente domingo.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora