-||Tempestad ||- #BNHA. [Aizawa Shota x Oc]

⚓Capítulo 40⚓

En la última noche en el hospital, la pelirroja se movió en el tanque despertando una vez más luego de que le hayan hecho un último análisis, arrojando como resultado su buena recuperación.
Se estiró un poco, haciendo crujir sus huesos, extrañaba mucho su cama.
Dando un bostezo, parpadeó un poco y notó una cosa amarilla apoyada por la pared frente al tanque donde se encuentra ella.

Parecía esos enormes gusanos africanos que había visto en uno de esos viajes, nunca había sentido el estómago tan revuelto ni cuando subió por primera vez a Mary, juraba haber visto una luz al final de un pasillo, pero los cachetazos que recibió por parte de Risueño la hizo volver ese día.

Cuando salió de sus pensamientos, vio aquello moverse, jurando por un instante sentir su alma abandonar su cuerpo, pero cuando su mirada azul captó un hueco hacerse al momento de que una cremallera bajó un poco, sintió un alivio total.

-Te vez muy pálida, Ruby... -la voz de Aizawa se hace presente mientras sale de su bolsa de dormir- Llamaré al doctor... puede que sea una recaída o algo de tus branquias.

-¡No! No hace falta... -rie levemente nerviosa- Solo me hiciste acordar de algo que odio... solo eso -sonrie y le mira fijamente- ¿Por qué no te vas a casa? Deberías descansar más cómodamente.

- No voy a dejarte sola. -dobla su bolsa de dormir- Además me lo pidieron tus tripulantes, estaban todos hambrientos pero no querían dejarte sola. Les dije que yo haría guardia, uno de ellos no quería dejarte pero bueno, lo arrastraron a la cafetería. -se acerca y la observa- Además, vine a acompañarte en esta noche de alta.

-Sho-kun...

No pudo decir otra cosa más pues el agua que se encontraba en el tanque comenzó a drenarse justo en el momento en que la doctora encargada de chequear a Ruby ingresó a la habitación. La saludó a ella y al pelinegro, preguntando como se sentía la noche de hoy la pelirroja; obviamente dijo que ya se encontraba muy bien, eso alegró bastante a la personal de blanco.
El agua se drenó por completo y el vidrio bajó también, haciendo que Ruby sintiera nuevamente el ambiente frío, cosa que rápidamente hizo que se abrazara a si misma, temblando un poco.
Con mucho cuidado, la especialista se acercó a ella con una bata de baño de mangas largas, le pidió que se lo ponga y cuando estuvo lista, la médica se inclinó para observar la aleta de la mujer.

-Impresionante, muy impresionante -se coloca unos lentes y observa más de cerca- sus escamas parecen hechas de hierro -toca la superficie con permiso de la sirena- ¿me dejarías ver como vuelven tus piernas?.

Asintiendo levemente, extendió su mitad pez con cuidado ya que lo sentía entumecido, respiró hondo y se relajó. Su cola roja comenzó a perder coloración hasta ser de uno de su color de pie y como si fuera tela vieja o tela de araña que cae por ser débil, su extremidad comenzó a desaparecer donde justo en medio, una línea recta aparece y pronto de paso a sus piernas, la exclamación de la médico hizo saber que era la primera vez que lo veía. Lo que sería su aleta -la parte que da más impulso a la hora de nadar- poco a poco se fue achicando hasta que formó sus pies, los cuales se encontraban blancos del frío.

-Muy bien cariño, ahora trata de levantarte, para así hacerte un último chequeo físico.

Aquello hizo sentir levemente insegura a la capitana, ¿hace cuanto no usaba sus piernas?, había utilizado su aleta todo este tiempo que no sabe hasta donde la afectó.
Una mano se extendió delante de ella y con una leve sorpresa observó al dueño de esta, Aizawa se mantenía tranquilo, observándola directamente a los ojos, como si quisiera darle a entender que la ayudaría con ello.
Con lentitud colocó su mano sobre la de él y pronto sintió su cuerpo ser levantado con una mínima fuerza de impulso; se quedó parada gracias a ello, estaba algo feliz de ver que mantenía el equilibrio, pero cuando quiso dar el primer paso, sus piernas temblaron y le fallaron, amenazando con caer al suelo estrepitosamente, aunque eso no sucedió, más bien sintió unas manos firmes apoyarse en su cintura mientras la apega a algo, y ese algo es el cuerpo fornido del pelinegro.
Se aferró a él y observó sus piernas temblorosas, se sentía una estúpida por nunca lograr caminar de una sola vez, odiaba aquello.