III.

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Ares; el dios de la guerra.

Selene se encontraba cerca a su punto más alto, alumbrando el cielo nocturno con la luz de la luna.

Mientras tanto, aquí en el Olimpo había un montón de antorchas que alumbraban el gran jardín en dónde estaba acostado mirando al cielo. Mi frustración y rabia se habían aplacado. Aún así había unos cuantos sátiros del monte observando con cierto miedo y era más que entendible, sumado a sus ojos estaba el ruido de sus susurros que apenas y podía diferir pues con mucho éxito lograban que no comprendiera sus palabrass.

¿Que podrían estar diciéndose los unos a los otros?

"¿Lo habrán enfadado? ¿Afrodita le habrá rechazado? ¿Será que Atenea le ganó? ¿Fue llorando dónde Zeus para que lo curen?"

Mi mente volaba en la imaginación al pensar en todo lo que podrían estar preguntándose, contándose, murmurándose. Y todo sin duda era negativo.

Más temprano que tarde me cansé de tenerlos tan cerca y alzando un poco mi voz les pedí que se fueran del jardín. Al inicio se asustaron y pude oír como saltaron al no esperarse mi intromisión en sus diálogos, intentando ser amable les repetí que por favor me dejarán en soledad. Parece que ellos ignoraron el hecho de mi amabilidad pues temerosos como el ganado que huye del lobo corrieron lejos. Esa acción hizo que ponga mis ojos blancos y tras presionar mis dientes solté un suspiro.

Era estresante el hecho de que aún intentando ser amable; los sátiros, centauros y demás seres se sintieran en peligro. Las únicas que no se sentían así eran las ninfas. Puesto que veían en mi y mi amabilidad un cortejó que a veces era intencionado como en otras no. Y para ninguna ninfa que no estuviera cuerda se atrevería a rechazar el cortejo de un dios.

Claro, exceptuando la vez que Apolo fue repudiado por Daphne.

Pero volviendo al tema... Se había vuelto una mierda el ser temido, odiado y también repudiado. ¿Que culpa tenía yo de disfrutar de lo que para mí era el mejor espectáculo dado en la vida como la violencia de la guerra? ¿Acaso era yo el dios de la discordia para sembrar el deseo de enfrentamiento y exterminio en el hombre? No, claramente no era deidad de eso. ¿Acaso era por el hecho de participar en todos los bandos? No, porque bajo mi punto de vista era más justo pelear por ambos bandos en vez de inclinar la balanza de la guerra a un lado al tener este a un dios. ¿Entonces que era? ¿Por qué tenía que ser tan repudiado?

Mientras pensaba en esto cerré los ojos.

La decepción de la familia real, el hijo que algún día atentará contra su padre para tomar el trono. Asi me perciben por una supuesta profecía. ¿De verdad he de cargar yo con ese titulo siendo que aquellos que habían anhelado el trono fueron Apolo y Atenea? Grata injusticia que me pareció y me cayo a mí.

Mientras ella impune. Y sin castigos aún atentando contra Zeus; claro, era la hija favorita... Y yo, quien por tener la misma debilidad ante la carne como él, castigado con el exilió temporal del Olimpo.

Ella a su mano derecha orquestando en la gran sala de Los Doce y yo en el campo de batalla, mandado como cualquier otro soldado esperando a que algún día una de las Ker venga a por mi. Nunca olvidaré ese día cuando en Ilion mi "querida" hermana guiando la lanza de su campeón hizo que me atravesará la carne, y si; grite. ¿Pero quién no gritaría ante tal acción y viendo la sangre escapar de su cuerpo? Un curioso chiste con un perfecto remate al volver por socorro al Olimpo de parte de mi padre:

"...Si no fuese porque eres mi hijo, hace tiempo te hubiera lanzado a las fosas del tartaro..."

Y es que estoy seguro que esas palabras iban cargadas de verdad, porque probablemente ante mi menor acto de traición estoy seguro que Zeus me hubiera acribillado. Aún cuando la traición nunca ha pasado por mi mente como una idea. Pero que para él está latente.

-¿Cuánto tiempo más estarás ahí príncipe del Olimpo?

Hablo una voz de la forma mas repentina, sin darme cuenta esta persona se había acercado a mi interrumpiendo mis pensamientos internos.

Poco a poco fui abriendo los ojos para ver de quién se trataba, pues aún con los ojos abiertos era difícil de ver pues estaba obstruyendo la luz de Selene y de las antorchas. A la fuerza y sin ganas tuve que levantarme para tener luz y apreciar el rostro de quién me habló.

Repentina fue mi sorpresa al ver de quién se trataba, era la diosa de la caza Artemisa. En su mano izquierda llevaba la cabeza de un alce recién y en su derecho el arco que siempre la ha caracterizado. Atrás de ella su séquito de vírgenes que guardaban una considerable distancia con respecto a nosotros.

-¿Y bien? ¿Será que algún monstruo te quito los dotes del habla o a qué se debe tu silencio hermano mío? -Inclinando ligeramente su cabeza hacia arriba para verme dijo esas palabras- Tengo entendido por los oídos del Olimpo que al final no estuviste en la reunión hecha por padre. El motivo supongo no es de mi incumbencia.

-Veo que no solo eres diestra con el arco, sino que también en el saber cuando informarse de un tema y hasta que punto. Así es Artemisa. Mi presencia se encontró en estos jardines en vez de encontrarse en el salón de Los Doce.

Por un momento nos invadió el silencio, el ambiente se había vuelto tensó al punto que se podría cortar con un cuchillo. Su mirada reflejaba la seriedad, la mía no se quedaba atrás.

Hasta que soltando la cabeza del animal que cazo y su arco se echo a reír mientras me daba un ligero golpe en el brazo.

-Tan serio como siempre Ares, a veces me preguntó cuándo será el día en que tú vida salga de ese status quo tan característico de tí.

-Puede que el mismo día donde el amor de Zeus a mi madre se haga notar dejando la infidelidad diosa de la caza.

-Entonces es seguro que falta mucho para esos días aún.

-Asi es. -Afirme mirando a sus ojos, aquellos que la pelinegra mayormente adornaba con pintura para la caza- Pero mucho hablamos de mi y poco de ti, ¿Acaso es más importante la caza que los temas a tratar del Olimpo?

-Dimelo tu Ares, pues te encuentro aquí en el jardín acostado y según me informan algunos sátiros llevas buen rato como para que digas que estuviste en la reunión.

Malditos sátiros haciendo de los oídos... No hay nada que estos no se enteren y lo cuenten a medio Olimpo.

-Touche Artemisa, touche. Pero aún así no has respondido la pregunta.

Se notaba que estaba a punto de responder la interrogante, pero antes de que pudiera articular volvió a su silenció y miro detrás de mi. Su mirada mostraba un claro agrado ante la persona atrás de mi y era obvio de quién se trataba.

-Si me disculpas Ares, tengo que retirarme. Puesto que alguien precisa de hablar contigo ahora. -Mostrando una pequeña sonrisa añadió una única palabra- Adiós.

Sin decir más y solo recogiendo la cabeza del animal muerto junto a su arco se dió media vuelta, tomando camino junto a su séquito. Para una vez estando rodeado de ellas su silencio se corté y las risas hicieran un ruido mientras se iban retirando. Yo me di media vuelta para saber quien se encontraba detrás. Grande fue mi sorpresa pues era Atenea, parada de la forma mas sería posible mirándome desde lo alto aún cuándo yo media más.

Tenía toda la intención de hablar conmigo y su voz me lo hizo saber.

-Ares, debemos hablar.

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora