VII.

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Hera; diosa del matrimonio.

Me encontré encerrada en el cuarto del que lastimosamente y con todo el dolor de mi alma era mi esposo, y si, no dije nuestro cuarto sino que el suyo. No quería pasar las noches con el, no lo deseaba, pues para el mi dolor era solo un capricho y que podíamos solucionarlo con el lenguaje de la carne. Tremendo idiota que resultó ser el hombre que amé.

Fui llevada ahí sin poder opinar, los centauros me dijeron que tenían el permiso de Zeus para usar la fuerza si era necesario. Ese maldito seguro pensó que iba a asistir a aquella reunión con sus hijos favoritos, reunión en la que era obvio de que iban hablar, el como encontrar y matar a mi preciado hijo. De repente también el que hacer con Hefesto... Ay Hefesto, se que tú eres inocente pero lastimosamente el día que decidiste hacer una buena acción por Ares y cambiarle sus grilletes fue el mismo que escapó.

"Tranquila mamá, fue algo que podía pasar. Tengo que aceptar mis culpas, pero te prometo que en cuanto pueda vender a verte. Tu no estás sola."

Ay de mis hijos, ay de ellos de tener tan estúpida familia, familia en la cual poco podía hacer yo más que callarme la boca. Aún más tras la época de los héroes pues el estúpido de mi marido hizo más drástico nuestra aparición directa en el mundo mortal. Desde que esa época llegó a su ocaso yo solo podía llorar en silencio y pocas veces decirle algo, y ese algo era solo cuando Zeus reconocía el como la estaba cagando.

Entonces la puerta se abrió junto a la voz del rey de Roma diciéndome: "buenos días amada esposa".

¿Realmente me amaba? No, no lo hacía. Eso lo supe desde el día en que me demostró que nunca iba a cambiar.

-¿Que quieres Zeus? —Pregunte desde donde estaba, en el asiento de su escritorio. No era idiota como para saber que si iba a su cama intentaría algo, aunque igualmente lo intentaría—

-Solo quiero hablar contigo, ¿Es que no puedo?

-¡Ja! Y encima lo preguntas, a veces me pienso seriamente si hablas mientras te domina la cabeza de abajo porque de arriba esa inteligencia no viene.

Solo viene para cuando tú lo decides.

-Hera, amor, no se porque estás así. Yo solo estoy repartiendo justicia. —Caminaba hacia mí, se atrevió a coger un mechón de mis cabellos—

-Que forma tan rara de llamar a tu deseo de parricidio. —Me pare y camine al otro lado del cuarto, cerca al ropero que era la zona más alejada—

En cuanto voltee pude ver en su rostro como un ceño se frunció, como sus ojos parecían querer salirse de sus cuencas, el como apretaba sus puños, no le gusto mi comentario. Pero a mí no me gustaba como actuaba.

-El no es mi hijo.

-Lo es y lo será aunque lo niegues, aún cuando con justicia quieras camuflar lo qué haces. —Cruce mis brazos y alcé mi mirada, no iba a permitir que actuará y que espere sumisión de mi parte—

-¡Quiso matar a mi hija! —Con su mano golpeó el escritorio, de este volaron algunos lapiceros y papeles—

-¡El se estaba defendiendo! ¡Tu y tu estúpida hija siempre se han comportado con el como han querido! ¿Cuando fue la última vez que hiciste algo con el como padre hijo? ¡Fue cuando el tenía 12! ¡Y fuiste un monstruo!

Se acercó a mí, a paso apurado, en pocos segundos estuvo frente a mí para sujetar mi mandíbula y obligar que no quitará mi mirada de él.

-¡El quiso ser un hombre e ir a la guerra! ¡Yo le mostré lo que era la guerra y su violencia! —Pequeñas partículas de su saliva dieron en mi rostro, intente mirar a otro lado pero en cuanto sintió mi movimiento con fuerza me hizo verlo— ¡Mírame! ¡El se busco todo eso! ¡Pero yo ya me harté de el! ¡Me harté de que por ser mi hijo haya ignorado del deseo de medio Olímpo! ¡Y déjame decirte algo más Hera!

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora