VIII.

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Ares; dios de la guerra.

Pocas veces un ambiente resultaba tan tenso como el de ese momento, cuatro de los doce Olímpicos en plena pelea que tenían dos de ellos; de mi y de la despreciable Atenea. Se podía saber que era así pues Apolo se encontraba rabioso al nivel de los perros que viven bajo la ley de la calle, porque Artemisa se encontraba mirando a Atenea gritándole que por favor no se atreva a seguir con la pelea, porque mi hermana finalmente se animó a quitarse esa máscara de falsa lastima y mostrar sus verdaderos colores, los colores con los que quería muy probablemente clavar aquella espada suya en mi garganta. Pues como si su vida dependiera, no, es que su vida dependía de su espada y creo que ella sabía eso; porque la sostenía con mano firme dejando ver como sus venas brotaban ligeramente por la fuerza ejercida en la empuñadura.

El polvo poco a poco se diluía de la sala, aunque sea algo tan simple como el polvo podía diluirse. Pero mi irá, mi rabia, mi furia, mis malditos años en el Olimpo habiendo tolerado tantas burlas no podían diluirse como aquel polvo y nunca podrían hacerlo; pues este sentir dentro mío era complejo.

Di un paso firme con dirección a avanzar, avanzar hacia donde estaba aquella despreciable mujer causante de mi mal sentir. Mis ojos carmesí solo podían mirarla a ella en aquél único momento, ignorando completamente a los dioses gemelos del Olimpo. Fue entonces que un segundo paso se dió por mi voluntad, y como respuesta mi hermana alzó ligeramente su espada; apuntando con esta misma a mi dirección. Y pude oír como hablaba determinada, decidida y clara, no como hace unos minutos cuando fingía querer dialogar. Está vez estaba demostrando su verdadera naturaleza...

-¡No te atrevas a dar un paso más Ares! —Exclamo la de los ojos de lechuza, aquella llamada Palas Atenea—

-¿¡O si no qué!? —Pregunte con un fuerte grito que hizo retumbar los escombros de las paredes que atravesé— ¿¡Crees que te tengo miedo!? ¿¡Crees que lo que me digas me hará desistir de mi fiera voluntad!?

-Por una vez en tu vida Ares... ¡Deja seguir tus impulsos! ¡Si sigues así esto no saldrá bien para ti!

¿Que no saldrá bien para mí? ¿Cuando fue que algo salió bien para mi? ¿Hubo siquiera un día donde haya podido decir que fui bendecido por la gracia del Hado? No, claro que no había ni un solo día. Ni siquiera el de mi nacimiento fue uno grato, pues Zeus; el que se suponía que era mi padre quedó decepcionado al solo verme... Ni siquiera me dió la oportunidad, ni siquiera esperaba algo de mí, el solo me desprecio como un perro y me trató como uno.

-Ares, Atenea, ¿Que demonios se supone que está pasando entre ustedes dos? —De forma imprevista preguntó Artemisa, con solo oírla podía notar la preocupación que tenía debido a la ignorancia de nuestra pelea— ¿Por qué? ¿¡Por qué están peleando!?

Aquel grito llamo ligeramente mi atención, causando este que la mirará solo por unos segundos y en cuanto había hecho eso pude darme cuenta que un golpe iba dirigido hacía mi. Este me impacto de yendo haciendo que retrocediera tambaleante. Mi mirada internado esforzarse encontró al responsable de aquel golpe: Apolo.

-¿Es que no se te hace obvio hermana? ¿No ves que es parte de la naturaleza de este ingrato que siempre busque el conflicto? —Sin ningún titubeó el bastardo favorito de Zeus lanzo quellas palabras con la seguridad y soberbia que le caracterizaba—

-¡Apolo! ¡Te dije que no tomarás partido en esto! —Exclamo la otra hija favorita de Zeus, como si fuese yo un dulce y ellos dos niños peleando por ver quién se lo queda—

-No hermana, yo tengo derecho a tomar partido en esto. Desde hace mucho tiempo he querido darle su merecido al desgraciado de Ares. —Asi respondió el rubio dando su confesión. Pero eso solo hizo más grande mi rabia— ¡Y lo voy a disfrutar!

Estando quieto ví como se abalanzó contra mi, con su puño derecho queriendo volver a tocar de forma agresiva mi rostro. A la par de eso se escuchó dos gritos de dos voces distintas, estás cargaban cada una con su propia emoción.

-¡Detente Apolo! —La de Atenea—

-¡Hermano no! —La de Artemisa—

Y Apolo se frenó, sí. El realmente freno, pero freno porque mi mano cogió la muñeca con la que intentaba hacerme dañó, apreté con fuerza de esta y aprecie como poco a poco por el dolor aquel puño se convirtió en una mano agonizante. En sus ojos pude ver la sorpresa, la incredulidad de que su puño haya sido frenado, incluso hasta el miedo. Pero fue en su voz dónde pude apreciar mejor algo, aquello que Apolo casi nunca quería mostrar... Su inseguridad convertida en miedo.

-¿Que...? No, no... —Lentamente la seguridad lo abandonaba, hablaba como si lo que pasó fuera completamente imposible— ¡Tu no deberías poder hacer esto!

La negación... Ahora él se encontraba en completa negación. Eso provocó una sonrisa en mí.

Pero a la par, Atenea se empezó a acercar corriendo. Probablemente temiendo que pasará lo peor, y estaba a punto de volverse una adivina; pues yo quería que pase lo peor. Yo quería vengarme de todos ellos, esos que siempre me despreciaron.

-¡Apolo huye!

En un hábil movimiento lanzo un tajo contra mi. Este iba con intenciones de cortar mi cabeza, de cortar los problemas de raíz; pero mala fue su suerte porque yo pude esquivarlo sin soltar a Apolo, pues solo bastó que me agaché. Y mientras ella se iba de largo en el aire a mis espaldas, yo aproveché el momento. Con mi otra mano dirigí un golpe al mentón del dios de las artes el cuál causo qué varios de sus dientes salieran de su boca, que sus pies dejarán de tocar el piso y que todo deseo de querer ir contra mi se esfumara.

Tras eso y el darme cuenta que con un solo golpe lo deje inconsciente lo usé como arma; pues aún tenía agarrado su muñeca derecha, y entonces dando un giro de 180 grados hice que su cuerpo llegará a impactar con el de Atenea. Pude oír el choque de los dioses y ví como la de los ojos de lechuza salía disparada contra la pared más cercana junto al dios de las artes.

La nuca de ella apenas se despegó de la pared me dejó ver la herida que se causó, esa zona había sido la primera en impactar y vaya que el daño fue considerable porque la desgraciada de ella apenas y podía mover al rubio.

-Ares para... Ya es suficiente. —La voz era de Artemisa, estaba detrás de mí. Podía oírla quebrarse al decirme eso— Por favor, frena esto. Te pido que seas más sensato que ellos.

No planeaba responderla, estaba fijado en mi único objetivo y para nada iba a parar ahora que podía ganarle. Extendí mi mano izquierda con la palma abierta, espere unos segundos pero finalmente pude sentir como mi querida lanza llegaba a mi. Así como mi hermana aún tras el golpe recibido se aferraba a su espada yo me aferre a la mía.

Eso sí, el tiempo había sido suficiente para que ella pudiese pararse tras el haberse quitado a Apolo de encima y hacerlo a un lado. Tomando una postura de combate a duras penas se empezó a acercar a mi a paso lento mientras que yo lo hice a paso rápido.

Nuestras armas ya estaban a punto de chocar y yo ansioso de eso, no podía esperar menos. Pero entonces Artemisa volvió a gritar, en su grito pude sentir por unos segundos el dolor que le podría estar causando ver tal escenario; el de una "familia" matandose.

-¡Maldita sea! ¡Paren! ¡Ares estás siendo un maldito demonio!

¿Un demonio...?

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora