X.

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Ares; el dios de la guerra.

El ardor dentro de mi no paraba de crecer, se expandía tan rápido por todo mi ser tomando de carreteras a mis venas. Fácilmente ese ardor podría haberse llamado "odio", "venganza", "irá" o "frustración". Aunque sinceramente para mí era la mezcla de todo eso y más.

Frente a mi sonaba como tambor el choque de mi acero contra el de la desgraciada Atenea, quien hoy más que nunca daba honor a su apodo de "la de los ojos de lechuza", pues tan abiertos como estás tenía ella sus globos oculares por el miedo que le generaba que yo. El que pudiese acertar un golpe entre su carne y huesos. Pues con mi lanza solo bastaría uno ya que la engreída del rey de los dioses no llevaba consigo la armadura de complejos materiales, ¡Estoy seguro que en estos momentos hasta estaría rogando por una de bronce!

Apenas y ella tenía solo de protección aquel yelmo, ese que siempre llevaba consigo cómo si fuera una corona. A diferencia de mi, aquel que nunca llegaría a ser rey ni portería una. Así como ahora que ni armadura portaba, pero si la sangre se fuese a considerar armadura entonces vestía una de un tenebroso color carmesí que deseaba la adquisición del líquido vital de mi rival frente a mi.

Cuando ella me golpeaba apenas y este tenía fuerza para llamarse ataque pues la herida en su nuca le había dejado sin sentido del equilibrio, y sin equilibrio al igual que una casa sin columna era una obviedad que terminaría por caer.

Muchas veces la dejaba creer que me ganaría terreno solo para sorprenderla y hacerla retroceder, ella tenía que sacar fuerzas de dónde no las tenía para frenar mis fieros golpes que si quisiera provocarían terremotos en la tierra. En más de una ocasión nuestras miradas se cruzaban y se decían lo que tenían que decirse, a veces hasta la suya delataba el cansancio que de por sí era evidente, otras veces hasta parecía que se encontraba durmiendo con los ojos abiertos. Sin duda la pelea estaba inclinada a mi favor.

-¡Ares! -Exclamo la bruja que buscó tomar mis títulos pero que en cambio tomaría años de rencor guardado en forma de un frío acero- ¡Para ya! ¡Que es suficiente! -Le costaba hablar, porque a la par tuvo que poner su espada en medio de mi ataque para luego empujar mi arma e intentar a atacar- ¡Entiéndelo! ¡Te mataré si es necesario! ¡Mira lo que has hecho!

Prediciendo su ataque me hice a un lado, ella estuvo a escasos centímetros de mi pero que lastimosamente me impedían atacarla con mi lanza. Pero eso no limito mi ataque pues se llevó un puño directo en el acero de su casco, aún así sentí como este se movió cuál campana pues por dentro la cabeza de aquella mujer se agitó con brusquedad. La consecuencia de todo eso fue que cayó al piso como un perro agonizante e intentaba levantarse como uno.

Y con respecto a lo que había dicho; no sé si lo que buscaba era hacer nacer la culpa en mi, de que la grata venganza se apagará para dar paso a una piedad que nunca llegaría. Y menos ahora que la tenía a mi disposición.

Una pequeña lluvia de color rojo nació en la almohada de su mandíbula para morir al impacto del suelo y hacer el bello paralelismo con el río carmesí de su nuca, se encontraba sangrando; por lo visto logré aún así lastimar seriamente su boca.

-¡Agh! ¡Puagh! -Tosio bruscamente, tosió como un enfermo queriendo botar la forma. Flema de sangre que llevaba- Ares, para... Para.

No le dirigí la palabra debido a que caminaba hasta estar detrás de ella. Y en cuánto estuve ahí con ella de rodillas resbalando en su propio charco de sangre cogí la cabellera de su casco para asi quitar este de ella y dejar su cabeza desnuda y sin protección, para dejarla descubierta, para dejarla indefensa, para que se sintiera cómo yo. Ahora era ella quien estaba arrodillada.

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora