Capítulo 4

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El jueves llegó volando. Estuve observando al objetivo toda la semana, y la verdad es que no entendía por qué Becky lo consideraba misión imposible. Para mí era muy sencillo: un chico acostumbrado a todas las atenciones, pero que no se mostraba interesado en ellas. ¿Cómo llamas su atención? Fácil: trátalo como tratarías a cualquier otra persona, o peor, incluso.

Obviamente no era algo que se pudiera lograr en un abrir y cerrar de ojos, pero por lo menos yo tenía clara la estrategia. Becky seguía insistiendo en impresionarlo.

Una hora antes de que empezara el partido, mi amiga convenció al entrenador para que la dejara entrar a los vestuarios, pero a juzgar por la cara con la que salió, no le fue muy bien. Toda la escuela iba a ver el partido, y la verdad yo no estaba muy emocionada, pero Becky me arrastró, de modo que no tuve más remedio que sentarme con ella y escuchar a todas las chicas gritar cuando anunciaron a Andrew Collins como el siguiente bateador.

—Eli, yo ya voy dos intentos y tú ni siquiera te le has acercado. ¿Cuándo piensas...

—Después del partido —la corté.

Ella se atragantó con su perro caliente.

—¿Qué? ¿Estás loca? Si el marcador sigue así de seguro ganarán sobrados y va a ser completamente imposible acercársele a más de veinte metros a la redonda.

—Cálmate, ¿sí? Yo me encargo.

Ella me miró como si fuera un gato mojado, y luego volvió a concentrarse en el partido, o más bien a suspirar cada vez que Andrew hacía algún movimiento.

Puede que Becky no supiera mucho de deportes, pero tuvo razón. Nuestro equipo ganó doce carreras a cinco y todo el instituto terminó en el campo, sobre un pequeño puntito que antes era Andrew.

—Muy bien, adelante —me dijo Becky sarcástica—. Ya puedes ir a conquistarlo.

No le hice caso y me levanté de las gradas.

—¡Ja! Ya te diste cuenta de la falla en tu plan, ¿no?

Me reí. Mi plan nunca consistió en lo que Becky estaba pensando. Después del partido significaba para mí: mañana.

Andrew's POV

—Santo cielo, ¡cómo te envidio, Andrew! Esa chica de ahorita estaba hermosa.

—Ajá —repuse.

—Sigo sin entender por qué las rechazas a todas. ¿Estás seguro de que no eres gay ni nada por el estilo?

Solté una carcajada.

—Simplemente no me interesan, ¿okay?

—Disculpen, chicos.

Di un respingo. ¿Por qué demonios dejaron entrar chicas a los vestuarios? Todos mis compañeros se voltearon a la vez y acto seguido empezaron a chiflarle a la recién llegada. Hey, un momento: cabello rubio rizado, ojos verdes... Me esforcé al máximo por recordar su nombre.

—Solo quería desearles buena suerte, y...

Me dedicó una enorme sonrisa como si me acabara de ver. ¡Sí como no!

—Hola Andrew. —dijo con voz claramente seductora.

—Hum, hola...

«¿Rachel? ¿Ren? ¿Rose?»

Ella me miró expectante.

—Esto, ¿cómo estás? —dije en cambio.

Se sintió visiblemente desilusionada.

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