Capítulo 56

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Dejé escapar un larguísimo suspiro antes de bajarme del auto. Había estado todo el maldito día anterior pensando, decidiéndome un momento por una cosa y al siguiente por otra. Me estaba enloqueciendo. No tenía ni la más remota idea de qué hacer. En teoría la ecuación se reducía a dos posibles respuestas muy simples: sí o no. Pero esas dos respuestas aplicaban en un montón de aspectos y no coincidían mucho que digamos. Mis pensamientos se contradecían entre ellos a cada rato y lo que había hablado con Nathan y mi madre solo me lograba convencer por unos pocos segundos y después conseguía confundirme aún más.

Todavía metido en mi propia cabeza no me di cuenta de que había entrado al salón hasta que Matt y Charlie se me abalanzaron.

—¡Andrew! ¿Por qué estabas tan desaparecido? Elisa dijo que había hablado contigo, pero sonaba terrible, hermano. ¿Todo bien?

—Sí, todo bien —contesté—. Tenía cosas que hacer, es todo.

Fue obvio que no se comieron el cuento, pero de igual manera yo no pensaba decirles nada. No necesitaba que me metieran más paja en la cabeza de la que ya tenía. Tenía que poder lidiar yo solo con eso.

No presté ni la más mínima atención a las clases. Mi mente estaba adelantándose unas cuantas horas, cuando viera a Elisa, imaginándose todos los escenarios posibles, sin decidirse por qué actitud tomar. No fue tiempo suficiente. La campana anunciando receso sonó y yo aún seguía hecho un lío del demonio.

Mis amigos iban hablando despreocupadamente entre ellos, mencionando a Elisa cada rato como si yo fuera tan estúpido de no darme cuenta de que estaban intentando sacarme información. No dije una palabra. Me senté como siempre en nuestra mesa de la cafetería y me dediqué a ignorar las preguntas que llegaban a mis oídos.

Y entonces la vi. Estaba recostada contra una pared, con la mirada perdida mientras Daniel y Becky hablaban como si nada frente a ella. Hasta que notó que la estaba mirando y sus ojos se cruzaron con los míos. Le sostuve la mirada sin ningún problema, hasta que finalmente fue ella quien cerró los ojos y negó sutilmente con la cabeza. Aparté la mirada, pretendiendo que no me importaba en lo más mínimo, e intenté prestarle un poco más de atención a lo que estaban hablando mis amigos. Casi lo logro. Pero mis intentos fracasaron estrepitosamente cuando la sentí empezar a acercarse a nuestra mesa.

—Hola —saludó en un hilo de voz.

—Hola Elisa —respondieron todos a coro, como siempre.

Me contenté con posar mis ojos en los suyos y cruzarme de brazos.

—¿Puedo? —me preguntó tímidamente.

—Siempre lo has hecho —contesté encogiéndome de hombros.

Mi tono frío capturó la atención de mis amigos al instante. Charlie y Matt ya sabían que lo que fuera que me estaba pasando tenía que ver con ella, pero los demás se acababan de dar cuenta. Se quedaron en completo silencio, mirando cómo Elisa se sentaba a mi lado, como normalmente lo hacía. Y al parecer no fueron los únicos. Los de las mesas cercanas a nosotros interrumpieron sus risas y conversaciones para ponernos atención.

Me dirigí a Matt como si nada:

—Lo siento, ¿qué estabas diciendo?

No necesitaba mirarla para ver el dolor reflejado en sus ojos. Matt balbuceó unas cuantas cosas antes de empezar a hablar de alguna jugada en algún partido y los demás se le fueron uniendo aunque ninguno de nosotros tenía la  cabeza en lo que fuera que estábamos diciendo.

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