Capítulo 7

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Andrew's POV

—Andrew, ¡Andrew!

Matt agitó la mano en frente de mí, pero yo no reaccioné. Estaba perdido en mis pensamientos.

—¿Qué? —murmuré, irritado, sin apartar la vista de su mesa.

—Wow, el zombie vive —exclamó y luego añadió un poco preocupado—. En serio amigo, ¿qué te pasa?

Negué con la cabeza.

—Solo estoy pensando.

—¿En qué?

No respondí. Matt alargó el cuello, intentando seguir la dirección de mi mirada.

—Oh. Es la chica linda del otro día.

Vi por el rabillo del ojo cómo me dirigía una sonrisa irónica.

—Vaya, vaya, vaya. Creo que acaban de romper un récord mundial.

Gruñí.

—Andrew Collins le está prestando atención a una chica... Otra vez —susurró para después añadir un poco más fuerte—. ¡Esto es épico, jamás creí que viviría para verlo!

Lo fulminé con la mirada y después volví a posar mis ojos en la mesa donde Elisa estaba sentada con otras quince personas más o menos, riéndose cada dos por tres.

Estaba intentando entender por qué me había tratado tan diferente, tan... indiferente más bien. Francamente no lo comprendía. Tampoco encajaba en mi mente por qué me importaba, ni por qué llevaba tres días intentando decidirme si ir a hablarle o no.

—Vamos viejo, ve y dile algo.

Negué con la cabeza instantáneamente. Matt alzó las cejas.

—¿Por qué no? Te recuerdo amigo, que eres Andrew Collins, eres el chico por el que todas suspiran... después de mí, claro.

Puse los ojos en blanco.

—Eso no importa —mascullé y después añadí para mí mismo—. A ella no.

Matt estaba a punto de abrir la boca cuando las risas estallaron en la mesa de Elisa. Un chico le sonrió malévolamente y la chica que tenía al lado la empujó levemente con el codo. Ella negó con la cabeza y se cruzó de brazos.

—¡Vamos Elisa! —gritó alguien.

Todos los de la mesa aplaudieron, vitorearon y luego empezaron a corear su nombre. Todas las miradas del comedor se dirigieron hacia ellos, mientras Elisa seguía negando frenéticamente. Y entonces una chica pelirroja dijo en voz bastante alta:

—No, olvídenlo chicos. Ya sabíamos que no iba a ser capaz.

Elisa la recorrió de arriba a abajo y luego esbozó una sonrisa sarcástica. Intercambiaron unas palabras que no llegaron a mis oídos y entonces Elisa se levantó de su asiento. La aplaudieron más fuerte mientras ella se subía a la mesa.

—¡Hey, chicos! —gritó.

Al instante todos los murmullos del comedor se apagaron y unos ciento cincuenta pares de ojos se posaron en ella.

—Espero que no les moleste la interrupción pero...

—¡Lo que tú quieras, preciosa! —gritó alguien y varios chicos lo acompañaron con chiflidos.

Bueno, la verdad es que subida en esa mesa, con un short de mezclilla y una blusa negra que dejaba al descubierto uno de sus hombros, se veía... Condenadamente sexy.

Y para colmo de males esbozó una sonrisa perfecta que estoy seguro dejó a varios sin aliento y se soltó el cabello, dejándolo caer en una cascada de tirabuzones sobre su espalda. Me mordí el labio inferior para no unirme a los crecientes silbidos de los demás. ¿Qué demonios pretendía?

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