Capítulo 16

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Andrew llevaba todo el camino de vuelta disculpándose conmigo, y lo único que había logrado con eso era que la sonrisa no se borrara de mi cara.

—En serio, lo siento mucho. Es que mi familia es un poco... Bueno, el día que traje a casa a mi primera novia estuvieron preguntándole todo tipo de cosas y...

—¿Tu primera novia? —interrumpí con un poco de curiosidad.

¿No que era el chico imposible?

—Sip. Yo tenía trece... Digamos que fue un poco vergonzoso.

Esbocé una sonrisa pícara.

—¿Por qué estás sonriendo así?

—Porque acabas de comparar mi visita con la de tu primera novia.

Andrew frenó en el semáforo un poco más brusco de lo que debería haber frenado.

—No puedo creer que ahora tú también... —empezó.

Apoyó la frente en el volante mientras negaba con la cabeza, pero vi por el rabillo del ojo que estaba sonriendo. Me reí.

—Te ves tan adorable cuando haces eso. —le dije.

—¿Qué? —replicó sin erguirse y girándose para mirarme.

—Eso. Es tierno.

Cuando vi su enorme sonrisa me maldije a mí misma.

«¿Qué estás haciendo, Elisa? Se supone que no deberías decir cosas como esa... Se supone que deberías seguir aplicando la estrategia».

Revisé mi celular nuevamente. Diez llamadas de Becky, trece de papá, dieciséis de mamá, cuarenta y siete de Chris... Cincuenta y tres mensajes de texto. Doce en el buzón de voz y otros diez en espera. Me enfurecí con la profesora de Física por hacernos poner el celular en silencio. Le escribí a mi mamá que lo sentía, que no se preocupara, que estaba con un amigo y que pronto llegaríamos. Su repuesta llegó exactamente veintitrés segundos después:

Oh, de acuerdo. Estábamos preocupados. Si quieres quédate con él otro rato, solo queríamos asegurarnos de que estaba todo en orden.

Suspiré.

No descuida, ya vamos en camino. Los quiero, y perdón de nuevo.

Unos minutos después, siguiendo mis indicaciones, Andrew aparcó el auto enfrente de mi casa. Estaba abriendo la boca para darle las gracias, pero él ya se había bajado y de alguna manera se las arregló para llegar a mi puerta y abrirla en menos de dos segundos.

Me quede mirándolo.

—¿Qué? —exclamó—. Como un buen caballero tengo que acompañarte hasta la puerta.

Rodé los ojos. Me bajé y caminé hasta la entrada, Andrew detrás. Saqué las llaves y me detuve antes de abrir.

—Reza por mí, Andrew.

Él soltó una risita.

—Si quieres le explico a tu her...

—¡No! ¿Qué no tienes instinto de supervivencia?

Se encogió de hombros.

—Quizá.

Sonreí.

—Bueno, pues muchas gracias por todo. La verdad es que la pasé increíble.

—Lo sé. —dijo recostándose contra la columna del pórtico y dedicándome una sonrisa de medio lado.

—No es tu fuerte. —susurré mirándolo de arriba a abajo.

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