Capítulo 14

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—Es una...

Me dejé caer en la primera silla que encontré, me crucé de brazos e intenté regular mi respiración.

—¿Qué? ¿Quién? —preguntó Charlie llevándose una papa frita a la boca.

—Rita. —dije entre dientes.

—¿Quién es Rita? —preguntó a su vez Andrew.

—Bajita, pelirroja, ojos azules...

—Mmm... —intervino Matt—. ¿Dispuesta a matar a cualquiera que se le acerque a Andrew?

Asentí con la cabeza.

—Wow, ¿cómo saliste viva Elisa?

Bufé.

—Digamos que no fue una bonita experiencia.

—¿Te amenazó?

—¡Sí! ¿Quién se cree que es, eh?

—La dueña de Andrew.

—Oigan, ya basta. Estoy aquí. —exclamó él.

Cogí unas papas fritas de la bandeja de Matt y empecé a comer, ignorando la mirada pícara que me estaba dedicando este. Creo que le había intentado sacar de la cabeza unas mil veces que el que hubiera bailado con él no significaba que estuviera loca por él. Ni el que me robara sus papas fritas.

—Realmente es...

—Una bruja posesiva, lo sé. —dijo Charlie.

Negué con la cabeza.

—Marcie Millar.

Andrew soltó una risita y yo me quedé con la papa a mitad de camino.

«¡Dios mío! ¿Sabe de qué estoy hablando? No puede ser. ¿Cómo demonios sabe de qué estoy hablando? Porque...»

—Andrew, ¿leíste Hush Hush? —pregunté cautelosamente.

Él se encogió de hombros.

—Demasiado cursi y romanticón para mi gusto, pero el concepto del ángel caído y el castigo en Tierra es interesante.

Entreabrí los labios, y a pesar de que en cierto modo había una crítica en sus palabras, no pude ocultar mi repentino entusiasmo.

—Santo cielo, ¿te gusta leer?

Andrew sonrió levemente y se le iluminó la mirada. En vez de contestar, comentó:

—No me digas que fui a parar con una fangirl.

La sonrisa se extendió rápidamente por mi rostro.

«Al diablo con la estrategia de conquista. Al diablo con la indiferencia. ¡Le gusta leer! ¡A Andrew Collins le gusta leer!»

—¡Por todos los dioses! —exclamé.

Antes de darme cuenta había desplazado a Charlie de su sitio para sentarme al lado de Andrew y empezar a preguntar por todos los libros que se cruzaron por mi cabeza. Después de un rato de interrogatorio, él sonrió y bajó la mirada.

—No puedo creer... —murmuró— que eso fuera lo único que tenía que decir para que me prestaras atención.

Regresé de golpe al planeta Tierra.

—¿Disculpa?

No estaba muy segura de si debía derretirme de ternura o angustiarme por lo rápido de esa confesión, sin que yo me lo hubiera propuesto.

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