Capítulo 37

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Andrew me dio una última mirada furiosa y luego suavizó el tono de voz.

—Mira, si quieres olvidemos que alguna vez te dije esto, ¿de acuerdo? No pasa nada.

Y antes de que yo pudiera decir otra palabra, se levantó y se fue. Me quedé mirando el punto donde estaba hacía unos segundos, intentando controlar los latidos de mi corazón, organizando mis pensamientos, repitiendo una y otra vez sus palabras en mi cabeza.

Y entonces, sin que yo hiciera nada por detenerlas, las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. Escondí el rostro entre las manos, y lloré. Lloré hasta que no pude más, hasta que se consumió toda mi energía, y hasta que simplemente no pude sacar ni una sola lágrima más.

Cuando finalmente logré calmarme un poco, alcé el rostro y comprobé aliviada que el patio estaba desierto. Me limpié el rostro con la manga de mi suéter, recogí el libro y me levanté. Entré al primer baño que encontré y me lavé la cara, respirando profundamente, sin atreverme a mirarme en el espejo. Cerré los ojos y me recargué contra la pared.

Me repetí una vez más las palabras de Andrew, y me obligué a dejar de lado mis sentimientos y a analizarlas con cabeza fría.

Muy bien, ahí lo tenía. Última fase, la declaración, completada. Obviamente no de la manera que solía ser, pero me lo dijo. Y el que hubiera hecho lo que hice con James fue el detonante.

Primer gran problema: no lo hice con esa intención. Se suponía que ya había dejado la Operación Cupido a un lado, que aún faltaban dos fases (sin contar la declaración), y que aún estaba a tiempo de resolver ese asunto. Pero no, Andrew se saltó dos fases completitas y me dijo algo que no debería haberme dicho a menos que yo hubiera querido. Como siempre ha sido. Nadie, absolutamente nadie se me había declarado en un momento que yo no tuviera previsto. Pero todo se me había salido completamente de las manos.

Por supuesto que no estaba viendo a la Elisa de la que se había "enamorado". Porque no se enamoró de mí. Se enamoró de la persona que yo le hice ver. Y esa no era yo. Ahora que ya no estaba en plan conquista con él, se había dado cuenta de quién era realmente.

Tenía razón. No sentía nada por James. No sentí nada especial besándolo. Pero aún así, lo hice. Justo como lo había hecho con un montón de chicos más...

«Dios, soy una perra»

Segundo gran problema: eso me dolió. Me dolió mucho oírlo de su boca. No con esas palabras, pero me lo dijo. Y tenía toda la razón. Pero me llegó como una puñalada al corazón, porque era mi amigo. Porque lo quería.

En teoría debería estar tranquila. Ya se había terminado la Operación Cupido y él estaba furioso conmigo. Fin de todo. Un corazón más roto. Otro nombre que tachar en la lista y luego botar a la basura.

Pero no podía. Me importaba demasiado lo que pensara de mí. Y también me daba miedo, mucho miedo, ser realmente así y haberme dado cuenta solo hasta entonces.

***

Entré a la biblioteca y cuando ubiqué a Becky y a Daniel, me acerqué con cautela.

—Hola —saludé débilmente sentándome al lado de Becky.

—Hey, hola. ¿No te ibas a sentar con los chicos? —me preguntó.

Me mordí el labio.

—Sí, pero...

Mi amiga estrechó los ojos hacia mí.

—Eli, ¿qué tienes?

Intenté buscar por dónde comenzar, pero me detuve al escuchar susurrar mi nombre unas estanterías a la derecha.

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