Capítulo 4.

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4.

Estaba allí, reteniéndome contra la pared.

Al haberse compuesto de su golpe me volvió a presionar contra la pared, mirándome directo a los ojos.

—Sigues teniendo los ojos más bonitos que he visto— Dijo en voz baja, pasando delicadamente las yemas de los dedos por el centro de mi frente, nariz y barbilla—. Pero ahora eres aún más hermosa, Göttin.

—No me digas así— Exigí, mantenido la vista en él, pero entrecerrados un poco los ojos y apretando levemente los labios.

—Ahora estás aquí y no dejo de pensar en ti— Confesó, ladeando un poco la cabeza, como si no entendiera del todo su presencia— ¿Por qué? ¿A qué has venido?

—A estudiar ¿Acaso no ves? — Contrataqué, acercándome más y abriendo los ojos.

Lo quería lejos, justo como él me lo había dicho a mí años atrás.

—En Alemania es mejor educación que aquí— Dijo, apretándome contra su pecho y cortando cualquier distancia que hubiese entre nosotros—. Dímelo solo una vez... ¿Acaso viniste aquí por mí?

— ¿No te entra en la cabeza que no eres más que un cero a mi izquierda? Deja de creer que el mundo gira a tu alrededor. Yo hago las cosas sola y únicamente por mí, así que apártate y déjame en... — La frase quedó a medias, porque sin haberlo previsto, me tomó del rostro y llevó sus labios hasta los míos.

Me buscaba con fuerza y vehemencia, como si tuviese una necesidad insaciable. Mantuve los ojos abiertos, dando puños con el dorso de mis manos, ya que, al estar apretada contra él, mis antebrazos perdían su movilidad. Trató de introducir su lengua en mi boca, pero busqué espacio en dónde no lo había y atiné un buen golpe en su entrepierna, el cual lo hizo retroceder de inmediato.

Lo tomé por el cuello de su camisa blanca e invertí los papeles, dejándolo a él contra la pared.

— ¿Quién te crees? ¿Eres de esos que creen que por ser bonitos todas los desean? Yo no golpeo, hombres indefensos, pero si veo que llegas a hacer algún movimiento de ese tipo sin mi permiso te corto la lengua— Lo amenacé, apretando un poco la mandíbula.

—Nunca cambias— Musitó, pasando el dolor del golpe.

—Exacto, así que si sabes como soy no hagas nada que se termine volviendo en tu contra— Aclaré, dándole una sonrisa que apenas logró levantar la comisura derecha de mis labios—. Además, besas como niñito hormonal, o aún peor; un animal que solo busca aparearse. Te ves desesperado— Hice un mueca y fruncí un poco el ceño, demostrando todo mi disgusto.

Acomodé el blazer que estaba a poco de caerse de mis hombros, pasé las manos por mi vestido y coloqué bien el bolso sobre la parte interna de mi codo.

—Lo siento— Susurró, pareciendo algo apenado. Lo miré con suspicacia, dándole un rápido repaso a todo su cuerpo.

—Debes sentirlo, tener esa cara no significa que todas se mueran por un beso tuyo. La mejor forma en la que lo podrías recompensar sería no volviendo a hacerlo, ni conmigo ni con ninguna otra mujer, respeta los espacios y cuando alguien no quiere tenerte cerca— Sin decir más, me giré sobre mis pies y ajuste los lentes de sol que tanto me gustaban por el toque vintage y la forma en la que elevaba mis outfits.

—Carolein, espera— Me llamó, trotando un poco y llegando a mi lugar, manteniendo una distancia óptima y caminando a mi lado.

— ¿Tienes algo que decir? — Increpé—. Porque tengo clase de cátedra universitaria ya mismo— Alcé mi brazo izquierdo y miré la hora en mi reloj plateado.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora