40.
Veintiún años.
Al fin los tenía y me sentía exactamente igual que cuando tenía veinte. Pero no tenía que ser tan pesimista, algún cambio debió de haber ocurrido de forma evidente o sutil. Lo que sí tenía claro, era que debía estar agradecida, a mí me había tocado una vida, en términos generales; de la que no me podía quejar.
A mis veintiún años había logrado una cantidad de cosas que otras personas tardarían décadas en cumplir. Quizás fueron los privilegios con los que conté o la forma en la que la vida me hizo, pero todo lo que había logrado no se había hecho por sí solo, tanto trabajo y esfuerzo había valido la pena, y yo seguía valiendo.
Desde siempre me dije a mi misma que nadie me regalaría nada, a excepción de mamá y mis papás, y en esos momentos de madurez también debía incluir a Axel, a él le encantaba dar regalos. Pero había cosas por las que solo yo podía trabajar y debía esforzarme, y esas eran las que al final del día más me satisfacían.
De mis logros más grandes, el ballet siempre sería mi mayor orgullo, era lo que más me apasionaba y gustaba en el mundo. Me hacía sentir libre, hermosa, delicada, fuerte, inteligente y ágil, entre mil cosas más. Había sobrevivido a la asfixiante carrera de bailarina, y lo seguía haciendo, pero ya había escalado hasta lo más alto en esa pirámide llena de veneno y máscaras que no cumplían por completo la labor de cubrir sus caras falsas.
Yo ya tenía una carrera construida en la danza, desde que me hice relevante siempre he estado entre las cinco bailarinas mejor pagadas del mundo y las más importantes, mi nombre no ha dejado de sonar en teatros y agencias y el solo tenerme en una obra ya era una ganancia.
Por otro lado, mi carrera en la milicia no podía ser mejor. Fuese a donde fuese, ya mi nombre era una eminencia aunque algunos quisieran irrespetarme, pero eso nunca salía bien, lástima que no aprendieran la lección.
Algún me faltaba mucho por recorrer, pero ya había vivido y debía contar eso, guiarme y seguir para poder seguir alcanzando mis objetivos aunque estuviese muy cansada.
Veintiuno y sentía que había vivido mil años después de todas las cosas por las que había pasado apenas teniendo dos décadas de vida. Pero esos no eran lamentos para ese día.
Todo había empezado tan bien ese día, no podía arruinarlo con pensamientos negativos ni nada por el estilo.
En un principio, tenía planeado ir al spa y a la peluquería durante la mañana, en la tarde adelantar todos mis trabajos pendientes y en la noche cenar con mis hombres, lo que incluía a mis padres y quizás a Saorse, la esposa de Ken. Pero, con la tarjeta de Axel entre mis manos, me di cuenta de que en realidad ese día haría muchas cosas que no tenía previsto hacer.
Aprecié un poco más la perfecta caligrafía en cursiva y luego dejé la tarjeta justo en donde había estado para ver la que contenía la reservación para un desayuno en Tiffany & Co.
Como si no fuese suficiente el haberme reservado un desayuno en el lugar donde se desarrolló básicamente una película tan icónica como Desayuno en Tiffany, la ropa que había en las bolsas era completamente de mi estilo y parecía ser una réplica del outfit de Audrey Hepburn, solo que acomodado a la época a mis gustos.
En vez de un vestido largo, era uno corto se seda que se acompañaba con unas medias negras de sutil estampado y unos tacones bastante altos en el mismo tono. Até mi cabello dejando que salieran unos cabellos ordenadamente para tener un aspecto limpio y prolijo. Lo último que me coloqué fue el collar de perlas que parecía ser una réplica exacta del que aparecía en la película. Me puse un saco negro encima gracias al frío que hacía guardé mi teléfono, las llaves y la tarjeta en los bolsillos a falta de un bolso.
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Entre Rosas Y Balas.
Ficțiune adolescențiDesde el punto de vista de Carolein, las rosas significaban varias cosas en concreto, incluso, si le preguntaban, era capaz de enumerar cada uno de los puntos. Primero: Amor. Segundo: Pasión. Tercero: Sangre. Cuarto: Guerra. Quinto: Fuerza. Porque e...