Capitulo 11.

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11.

—Este lugar grita que es tuyo— Dijo, pasando la yema de los dedos de la mano derecha por los muebles que veía, haciéndome notar que llevaba unas bolsas en la otra mano.

Cerré la puerta y reparé en su vestimenta.

No sabía si era solo yo, pero sentía que las personas con dinero aunque vistiesen solo un jean simple y una camiseta normal, podían destilar dinero como fuese, pero también creía que era porque esos jeans y suéter eran más costosos de lo que se pudiese pensar.

Solo dándole un vistazo, podía notar como la tela de todo lo que llevaba puesto era de muy buena calidad, sin contar que llevaba una chaqueta sencilla verde oliva Louis Vuitton y los zapatos tenis eran Gucci, además de que se veía más limpio de lo que yo pude haberme visto en toda mi vida.

— ¿Por qué grita que es mío? — Inquirí, aproximándome a él.

—Es bastante elegante y delicado, me recuerda al apartamento que tiene la abuela cuando se harta del abuelo— Suspiró y caminó hasta la cocina, como si ya hubiese estado ahí muchas veces.

— ¿Cuánto tiempo llevan junto? — Lo seguí y me senté en una de las sillas que había junto al mesón.

—Como cincuenta años, solo debes pensar en que su primer nieto ya tiene treinta, aunque tuvieron a papá bastante temprano. Eran unos promiscuos, pero aun así siguen juntos, solo que tienen sus momentos en los que el abuelo le dice que es una vieja menopaúsica y ella le dice que es un anciano con problemas de próstata— Colocó las bolsas sobre la superficie, y al verlas casi me deja sin aliento, pero intenté disimularlo.

En las bolsas, se veían distintos logos, las más grandes pertenecían a un restaurante que quedaba cerca, en el cual solo se entraba con reservación y si ibas vestido de etiqueta, sin contar de que el plato más sencillo podía vaciar muchas tarjetas de crédito. Y las otras dos bolsas rojas, eran de Cartier.

Sacó la comida de las bolsas y vi de inmediato el elegante empaquetado. Él por su parte, se dio la vuelta y empezó a caminar alrededor de la cocina, abriendo cuanto cajón encontrase a su paso.

— ¿Mucha confianza? — Dije al momento en que él tomaba unos platos de cerámica y los dejaba junto a la comida.

—Solo me familiarizo con la cocina de mi futura mujer— Volvió a virar y tomó varios cubiertos, para así empezar servir la comida en los platos.

¿Acaso así olía el paraíso? Ya podía entender porque era tan costoso todo.

—Bueno, si vienes con comida así todos los días yo no tengo problema alguno— Me incliné más sobre la mesa y lo vi sonreír a pesar de que estaba concentrado en lo que hacía.

—Según tengo entendido eres bailarina de Ballet, por lo que no pedí nada pesado ni saturado en grasa. Además, el capitán Maxon dijo que tratas de ser vegetariana— Señaló, dejando el primer plato listo.

Observé con atención como se movía y concentraba en el adornar bien el plato, sin dejar la comida amontonada o con mal aspecto. Cuando terminó, se alejó y fue directo a donde guardaba los vino. Sacó uno, lo analizó y agarró dos copas.

Sirvió el vino y tomó ambos platos, los llevó hasta la mesa y puso cada uno frente a una silla para después hacer lo mismo con las copas de vino.

—Esto sí que es atención de primera clase— Me acerqué a la mesa, él sacó una de las sillas y esperó a que yo me posicionara para acomodarla. Fue al otro extremo de la mesa y se sentó allí.

—No sabía que te gustasen las rosas— Comentó. Por un momento no entendí a qué se refería, pero por pura inercia giré la cabeza hasta el lugar donde se estaba el enorme arreglo floral que me había enviado Karsten.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora