39.
—Hola— dije, irguiéndome y acomodando el nudo de mi saco.
—El hombre de la vigilancia me dijo que estás desgastando el piso y que lo vas a descolorizar si sigues caminando así— apoyó su brazo bueno en el marco de la puerta y me miró inquisitivamente.
—Yo quería venir hablar contigo, si me lo permites— no me equivoqué ni tartamudee en ninguna palabra.
Ya lo había ensayado, no hay forma de cometer un solo error. Claro, si los nervios no me traicionaban.
Él se quedó observándome un par de segundos, como si pensara en dejarme entrar o no.
—Pasa, Carolein— se hizo a un lado y me permitió el paso.
¿Tenía que decirme Carolein? Ese no era su estilo. Sentía que me regañaba o que estaba demasiado enojado, aunque seguramente estaba enojado.
Pasé, juntando mis manos frente a mí, observando todo lo que había a mi alrededor. Todo lucía normal, nada fuera de lo común como había imaginado.
Maldita imaginación.
No debía hacer conjeturas cuando no había material para hacerlas, Axel no era así y aunque apenas y llevase caso dos meses de convivir constante mente con él, podía estar más que segura de que no era así. También otra cosa que debía de dejar era lanzar maldiciones por todo, lo colocaría en mi lista de propósitos para alcanzar con veintiuno años. Mientras tanto, aprovecharía los pocos minutos que me quedaban con veinte años.
Oí la puerta cerrarse a mis espaldas y esperé a que él apareciera ante mi campo de visión nuevamente. Caminó hasta el sofá más amplio que había en la estancia y palmeó el espacio a su lado para que yo me sentara ahí.
Obedientemente, fui a donde me indicó y me senté, apretando el borde de mi saco entre mis puños.
Quizás no era la idea de ir con él la que me ponía nerviosa, sino lo que pasaría. Primero, me tendría que disculpar, y yo nunca hacía eso porque básicamente nunca me equivocaba, pero siempre había excepciones. Segundo, debería hablar de mis sentimientos, y en mi cabeza mi nombre no era sinónimo de expresar lo que se siente. Tercero, tendría que ser sincera y no hacer como si nada hubiese ocurrido.
Llevaba casi toda mi vida pretendiendo y diciéndome a mí misma que nada ocurría, que todo iba perfectamente, cuando solo hacía que los golpes de realidad fuesen más fuertes.
Debía de agregar el empezar a aceptar mi realidad a mi lista de metas para los veintiuno. Sería un proceso nuevo y difícil para mí, pero me evitaría el volver a tener momentos como ese, aunque eso no implicaba irle contando mi vida a todo el mundo y deshacer todos los muros que colocaba entre las personas y yo.
Tal vez podía empezar a abrir a las personas que me importaban esa noche con Axel, porque él me importaba, lo hacía, y quizás esa era una de las cosas que me detenían para entablar una relación formal con él. Yo no sabía cómo llevar una relación llena de sentimientos y tampoco quería entorpecer su vida. Tenía claro que una relación con Axel sería muy distinta a cualquiera que hubiese tenido antes, porque de algo si estaba segura, y era que él podría hacerme sentir cosas que antes no había sentido, y eso me atemorizaba.
—Lo siento— solté en un hilo de voz en cuanto pasaron unos segundos de silencio y sus inquisitivos me examinaron—. Fui muy grosera contigo y tú no merecías eso, me descargué con la persona equivocada y te debo una disculpa— me sentí incapaz de mantenerle la mirada. Estaba avergonzada por lo ocurrido, sabía que merecía su indiferencia y que me dijese que no iba a disculparme, pero también pedía en silencio que pudiese pasar por alto lo acontecido.
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Entre Rosas Y Balas.
Novela JuvenilDesde el punto de vista de Carolein, las rosas significaban varias cosas en concreto, incluso, si le preguntaban, era capaz de enumerar cada uno de los puntos. Primero: Amor. Segundo: Pasión. Tercero: Sangre. Cuarto: Guerra. Quinto: Fuerza. Porque e...