Capítulo 32.

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32.

No esperaba que las personas me entendieran, porque había aprendido sobre cómo funcionaba el mundo a las malas.

Mientras a nadie le sucediese lo mismo que a al otro, se sentían con todo el derecho se juzgar. Así mismo era como justificaban las tan comunes violaciones sexuales en las mujeres, hablando sobre su vestimenta y el lugar en el que estaban en el momento de los hechos.

Yo tenía puesto mi vestido rosa para esa obra y estaba en el teatro de la presentación cuando me tomaron y me llevaron a aquel otro lugar.

Otros decían que seguro provocaban, que era común que las niñas provocasen a los más grandes al querer atención sexual, pero yo a duras penas y sabía lo que era un beso inocente.

Pero sobre todo, cuando crecí empecé a odiar tanto el machismo, porque desde ahí partía la idea de que una mujer no podía ser una depredadora, que no podían violentar y agredir a los otros, cuando veía noticias de como mujeres golpeaban y asesinaban a sus parejas sentimentales y otras violaban a niños como yo sin discriminación de sexo.

Eso era lo que me llevaba a odiar a los hombres que decían que ellos también sufrían de maltratos, pero alababan al mismo patriarcado que hacía ver a las mujeres como seres inocentes y sin protección que no podían hacer daño. Entonces, ¿Dónde estaba su coherencia? Porque solo parecía importarles los maltratos hacia el hombre cuando querían minimizar lo que sufrían las mujeres día a día.

Las cifras de abuso, acoso y maltrato se todo tipo eran demasiado distintas en hombres y mujeres, pero que algo sea menos frecuente no lo hace menos alarmante y que algo suceda más no lo hace normal.

El abuso era común, más no normal, porque no debía ocurrir.

Que hubiese muchas menos mujeres que violentaban no hacia menos alarmante la situación, pero eso solo importaba cuando de decir que los otros también sufrían se trataba, mientras tanto, ¿A quién le iba a convenir que el ser que trataban de mostrar cómo subyugado podía hacer tanto mal como los opresores más comunes?

Seguramente desde ahí empecé a ser tan desconfiada sobre todos.

No creía en la frase de que el peor enemiga de una mujer era otra mujer, porque eso les encantaba hacernos creer a los que vendían entretenimiento siempre confrontando a dos mujeres en la televisión o en la vida real cuando una mujer prefería perdonar al esposo infiel y tratar a la otra de zorra, antes de darse cuenta de que nadie entra a una relación si no lo invitaban.

Pero era un clásico el oír decir a muchas mujeres que debían de cuidar a los esposos de las zorras que querían metérseles por los ojos, cuando los hombres no debían ser cuidados por nadie, porque ellos mismos debían ser lo suficientemente hombres como se creían para respetar a la persona con la que estaban, porque quien no es capaz de respetar a alguien nunca lo va a poder amar se forma real.

¿Pero quién diría eso cuando nuestra sociedad estaba direccionada por valores cristiano/judíos tergiversados y usados a nuestro antojo? Cuando usaban la palabra de Dios solo cuando les convenía, pero se hacían los ciegos cuando les mencionaban que Jesús nunca había juzgado a ningún pecador, sino que los perdonaba. Al parecer las personas sentían que tenían más poder que su Dios y se sentían con el derecho de criticar y vulnerar al otro.

O cuando eran los primeros en decir que una mujer se había buscado que la violaran por su ropa, cuando Jesús perdonaba y convivía con prostitutas, decía que lanzara la primera piedra el que estuviera libre de pecados, pero condenaba al hombre que miraba con mirada lasciva a la mujer. Ahí se les olvidaba por completo su palabra.

Cuánta razón había tenido Dios al decir que maldito fuese el hombre que confiaba en otro hombre.

Yo no era devota a ninguna religión, había visto demasiadas cosas y me había roto en una forma que no quería admitir, pero había aprendido demasiado de la religión, y quizás no hiciesen oraciones ni me considerara partidaria de ningún grupo cristiano, pero algo había aprendido de mamá, y era que Dios era amor, y quiénes se dedicaban al odio no eran más que unos fariseos profanadores de la palabra.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora