46.
— ¿Has hecho esto alguna vez? — puse mis manos en el timón como yo lo conocía y él puso las suyas sobre las mías.
—No, así que espero que no nos pase como el Titanic porque ya no recuerdo cómo se nada en aguas turbulentas mientas trato de escapar de un barco— con paciencia, me guío, ocupándose de todo el sistema, mientras solo me enseñaba los movimientos que debía hacer.
—Buen momento para mencionar eso— rio, empeñado en enseñarme un poco sobre cómo manejar un yate.
—No es tan difícil— dije cuando vi la orilla asomarse después de estar un buen rato manejando.
—Es porque eres muy inteligente, se te hace fácil casi todo lo que te dispones a hacer— me felicitó, y no pude evitar sonreír orgullosa de mi misma por sus palabras.
Esa mañana había despertado con los primeros rayos de sol, diciéndome a mí misma que le sacaría el mayor provecho al día. Empezando con un poco de ejercicio, hice una rutina de natación que me ayudase a controlar mi respiración, mis habilidades de apnea aprendidas en la organización y unos ejercicios acuáticos que fortalecerían mis músculos. Así fue hasta que apareció Axel desnudo y fue a la piscina que se encontraba en el centro del yate. Fue a donde yo me encontraba y no pasó mucho hasta que salimos del agua y nos dimos el primer desayuno del día.
Según él ya había pasado mucho tiempo sin tener su dosis de sexo y yo estaba haciendo movimientos muy interesantes mientras nadaba desnuda.
Le había mencionado que necesita entrenar un poco para no dejar pasar muchos días sin practicar ya que la temporada había empezado y necesitaba entrar en forma nuevamente. Regularmente las bailarinas hacían unas horas de Pilates para complementar los entrenamientos, pero yo ya había hecho mis ejercicios en la piscina, estaba lista para ir por mi práctica.
Cuando estuvimos demasiado, él se quedó al mando. Fui a la habitación en donde teníamos las maletas y me puse unos shorts como los que tenía ayer puestos y busqué una blusa. Pensando en colocarme los tapa pezones, observé la pequeña blusa blanca en mis manos, hasta que me dio igual y me la coloqué, amarrándola al frente sin importarme se marcaron los pequeños puntos de mis pechos.
Me peiné hasta estar impecable y como ya había hecho toda mi rutina del cuidado de piel, solo organicé un pequeño bolso y me calcé unas sandalias delicadas que me mantuviesen acorde con el clima cálido.
Esperé a que colocase el yate en su lugar en el puerto y salimos, siendo custodiados por la seguridad de Axel. Subimos en el mismo convertible del día anterior y disfruté de la vista. Había personas tan diferentes y una cultura entremezclada que llamaba mucho la atención.
—Me gustaría comer algo latino— dije, sabiendo que latinos era lo que abundaba en Miami.
— ¿Por qué?
—Su comida tiene más sabor que la de aquí, así que llévame a comer unas arepas, tacos realmente mexicanos o unas empanadas de pollo— aseveré, ganándome una sonrisa de su parte.
— ¿No quieres una natilla o buñuelos?
—Aun no es navidad, así que preferiría un pan de muerto o unos patacones de plátano verde.
—Estás muy informada acerca de comidas latinas.
—No tienes idea— contesté con malicia, mandando un mensaje que el captó de inmediato.
—A veces me pregunto en donde estuviste todo este tiempo que no llegabas a mi vida tan rápido; después recuerdo que debías de estar cogiendo con medio continente europeo y en cualquier lugar al que fuese y se me quitan las ganas de pensar en eso— mi risa brotó por si sola desde mi pecho, por lo que él no pudo abstenerse a reír.
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Entre Rosas Y Balas.
Novela JuvenilDesde el punto de vista de Carolein, las rosas significaban varias cosas en concreto, incluso, si le preguntaban, era capaz de enumerar cada uno de los puntos. Primero: Amor. Segundo: Pasión. Tercero: Sangre. Cuarto: Guerra. Quinto: Fuerza. Porque e...