Capítulo 33.

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33.

Holaaaaa.

Primero que todo pido disculpas por tardar tanto, pero no quería publicar los capítulos hasta que estuvieran listos, así que voy a subir el 33,34 y 35, y si me da tiempo el 36, ténganlo en cuenta porque wattpad a veces no avisa y pueden saltarse algún capitulo.

Disfruten :3

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No podía quejarme, desde mi punto de vista no había sido una noche tan mala, claro que Maxon pensaba lo contrario. Había entrado a la habitación varias veces a verificar que no me hubiese ahogado en vómito, además de que también me despertó para darme agua y pastillas para el dolor de cabeza.

— ¿Te vas a quedar en tu cama todo el día? — Se paró en el marco de la puerta y colocó sus manos sobre sus caderas.

Solo tenía la frente y los ojos fuera de la frazada, mientras abrazaba al oso bajo debajo de la misma.

—Me levanté a hacer ejercicio— justifiqué en tono monótono—. A las cinco de la mañana— concluí.

— ¿No tenías dolor de cabeza?

—El ejercicio me lo quitó— me tapé por completo y apreté los ojos—. Hoy estoy de baja, soldado, si salgo de esta cama entraré en mi otro modo y tampoco eres feliz con él.

—Carolein, no quiero que te fundas en la depresión, pero tampoco quiero que hagas como que nada pasa a tu alrededor.

¿Y cómo afronto las cosas si no es ignorándolas y haciendo como que no existen o nunca pasaron?

—Seré como un autómata si salgo de aquí, debo ir al A01— me giré para quedar contra la almohada y al instante mi querido compañero retiró la sábana de mi cuerpo.

— ¿Hiciste ejercicio, te bañaste y volviste a ponerte la pijama? — Me cuestionó al ver mi vestimenta.

—Sí, no es cómodo estar en la cama con ropa normal; los pijamas para eso existen, sino no tiene sentido— apreté aún más mi cara contra la almohada, pero de inmediato él hizo que girara—. ¿Me vas a dejar tener mi momento de adolecente dramática? En más o menos dos días cumplo veintiuno, cada vez me hago más vieja y parece que realmente no he vivido lo que debo, porque tengo que ser una maldita niña traumada— retiré las sabanas de mi cuerpo y me apresuré a ir al baño, estrellando la puerta a mi paso.

— ¡Eso! ¡Me encanta ver esa ferocidad en ti! Es la primera reacción normal de una persona de tu edad que he visto en ti. El odiar a personas mayores que te despiertan temprano es el primer paso para aceptar la vida que tienes y que debe relajarte un poco; el mundo no se acabará si solo un día, una semana o un mes dejas de despertar a la misma hora que mi abuela para hacer mil cosas a la vez y nos descansar hasta que vuelves a la cama— gritó desde el otro lado de la puerta.

Ya le estaba llegando la vejez, así que su mejor forma de desquitarse con el mundo era sobreexplotando mis momentos de juventud. Maldito.

Me lavé la cara y enjuagué la boca ya que ya me había cepillado los dientes y salí al comedor. Llevaba un pijama más acto para menores, así que no debía de preocuparme por nada.

—Buenos días— dije con lentitud, arrastrando los pasos hasta sentarme en la mesa frente al plato de comida. Giré la cabeza hasta encontrar la figura de Olimpea a un lado de la ventana, con la pitón enroscada en su cuello—. ¿Eso que está haciendo esa cosa de nueve metros, es normal?

—Sí, y no tiene nueve metros, tiene siete y medio— me corrigió ofendida.

—Bueno, solo trata de que no te mate estando bajo mi cuidado ni en mi casa— bebí un sorbo del café y lo degusté poco a poco.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora