Septiembre del 2013, New York City.
Angelous Cipriani.
No éramos buenos.
Nunca lo seríamos.
Nuestros padres y abuelos nunca lo fueron, aunque manipulasen la historia, la verdad siempre los perseguiría, así fuese solo en sus hogares.
Sentada en la sala de aquel elegante apartamento que habíamos alquilado en el hotel Palace, observé con cuidado a todos a mí alrededor.
A un lado, mi ex novio; Conrad Morgenstern.
Al otro, su mellizo y mi mejor amigo de toda la vida; Axel Morgenstern.
Conrad estaba conversando con su primo Andreus, mientras que Axel se besaba con otro chico en un sillón, para después tomar de la mano a una chica bastante, haciendo que se sentara en su regazo para poder besarla a ella.
Desde nuestro nacimiento, nosotros somos lo único que realmente hemos tenido. Los Morgenstern, los descendientes de los inmortales, los rusos, la zorra turca de Miran, Marioli y yo, porque mi hermana mayor era caso aparte.
Siendo solo unos meses mayor que Axel y sus hermanos, fue fácil relacionarme con ellos, aunque con uno más que los otros dos.
El mayor; Alexander, era muy parecido a Axel, solo que era organizado, estudioso y cumplía con el papel del hijo perfecto, todo lo que Amaris hubiese soñado alguna vez. Después Conrad ocupaba el lugar del serio y más taciturno de la familia, pero tal vez eso solo hacia parte de su naturaleza calculadora y fría.
Por su parte, Axel había cambiado mucho en esos dos últimos años. Desde que entró a la adolescencia reconoció sus gustos en el ámbito sexual, era bastante juguetón y le gustaba reír, siempre fue así, pero eso cambió desde el treinta de agosto de hacía dos años atrás.
Por último, Elián era una peque a copia de Apolitea, lo cual hacia que ambos se llevasen demasiado mal o demasiado bien, todo dependía de la ocasión.
Ese día todos estábamos ahí; era una de las primeras fiestas de Elián, al solo tener trece años, apenas estaba entrando en sociedad, pero aun así, se le daba a la perfección. Hablaba y caminaba con seguridad, siendo capaz de mantener conversación con chicas de mi misma edad.
En ese entonces, tenía diecisiete años, Axel aún tenía dieciséis porque cumplía años en diciembre, por esa razón estaba en un grado distinto al mío.
Era muy diferente, no tenía la misma confianza y seguridad, pero era algo normal. Estaba creciendo y descubriendo que papel jugaba en el mundo, pero lo que no era normal, era la constante necesidad de querer taparme u ocultarme debajo de ropajes anchos y gruesos, cuando en mi interior deliraba con las faldas y las blusas más pequeñas que se entallaban a la figura.
Pensaba que eso no era para mí, porque siempre lo decían. Sobre todo Angie.
Mi hermano mayor era muy distinta a mí físicamente, pero también de forma intelectual.
Cuando ella era bastante delgada y algo bronceada, con cabello castaño y ojos cafés que le daban una imagen bastante cálida, yo era un poco más como papá; rellenita. Desde que me había desarrollado mis pechos habían empezado a crecer, siempre había tenido un poco más que las chicas de mi clase, pero eso no era lo único, mis caderas eran más anchas al igual que mis piernas. Supongo que por eso decían que tenía el trasero gordo y hecho con pura grasa. Mi cabello era bastante lacia y trataba de embellecerla con unas cuantas ondas, porque me gustaban mucho y mi cabello era lo que más me parecía bonito de mí.
Esa noche, estaba sentada en un rincón lejano porque me había atrevido a usar algo que realmente me gustaba. Había pasado horas caminando en mi habitación de un lado a otro viendo mis opciones para la fiesta.
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Entre Rosas Y Balas.
Teen FictionDesde el punto de vista de Carolein, las rosas significaban varias cosas en concreto, incluso, si le preguntaban, era capaz de enumerar cada uno de los puntos. Primero: Amor. Segundo: Pasión. Tercero: Sangre. Cuarto: Guerra. Quinto: Fuerza. Porque e...