Capítulo 49.

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49.

A pesar del cansancio, el dolor en cada uno de mis huesos y la pesadez en mis ojos, cuando la alarma sonó a las cuatro de la mañana, me levanté, arropando mejor a Axel, que parecía estar sintiendo más frío del normal porque se acurrucaba contra la cama buscando más calor.

Me cambié a una sudadera y un suéter de deporte con los respectivos zapatos, me amarré el cabello y salí a cumplir con mi hora de cardio matutino. Cuando llegué, al parecer hice un poco de ruido porque Axel abrió sus ojos mientras yo me quitaba la ropa para ducharme.

Lo de la noche anterior había sido fantástico, nunca antes me vi tan obligada a tratar de retener un orgasmo y no gritar su nombre una y otra vez, pero debía hacerlo si no quería que todos me oyesen gimiendo como no hubiese follado nunca.

— ¿A dónde vas? — Abrazo la almohada que yo había estado usando y se arropó mejor.

—Tengo que ir a ensayar, ayer pedí que las prácticas fuese temprano esta semana para poder estar en ellas, solo usé un poquito de mi poder sobre la instructora. Las próximas semanas estaré en Europa, así que tendré que ensayar allá.

— ¿Me llevarás contigo? No sé cómo vivir un solo día sin ti— dijo sin muchas ganas, bostezando en el proceso.

—Si te portas bien, quizás compre el ticket en tu aerolínea— eso lo hizo abrir los ojos como no lo había hecho desde que me había empezado a observar.

—Davis, si te montas en un avión que no es mío, me sentiré traicionado, engañado, desvalorizado y lo tomaré como una infidelidad de tu parte, te quitaré la custodia de nuestros bebés y te quitaré la mitad de todo tu dinero, además de que te demandaré por alta traición y adulterio— dramatizó, viéndose bastante serio.

—Para eso tenemos que estar casado primero, ¿No crees? — Agarré todas las prendas sudadas y las metí en la ropa sucia. Ya se estaba haciendo hora de lavar.

—En mi mente lo estamos— renegó, tapándose como lo había hecho el día anterior.

Me duche y revisé mi itinerario, dándome cuenta de que apenas y podría llegar a tiempo al desfile de Angelous. Ya había aceptado la entrada y la ropa llegaría en unas horas, me sentiría muy mal si llegaba a faltar.

— ¿Hacemos unos rápido ahora, no sé cuándo te volveré a ver? — se sentó en la cama y se retiró la sábana para que pudiese ver su erección matutina—. El desayuno es la comida más importante del día.

Tenía razón, no sabía cuándo podría verlo, quizás en el desfile de su amiga, pero no sabía si lograríamos tener contacto alguno, así que era mejor aprovechar.

Sonriente, caminé hasta él y me subí sus piernas para empezar a besarlo y tener un poco de sexo a la cinco de la mañana.

—Necesitamos un psiquiatra— murmuró pasados los minutos después de nuestro desayuno. Se había estirado en la cama, cubriéndose con la sábana para resguardarse del frío—. Estoy pensando seriamente en que somos adictos al sexo.

—No es para tanto— negué, deteniéndome un segundo para pensar mejor en lo que había dicho. Sacando cuentas, pensé en todas las veces que lo habíamos hecho y caí en cuenta de un hecho importante—. Carajo, lo hemos hecho todos los días.

¿Eso era normal cuando no se tenía dieciocho? Yo tenía veintiuno, no había mucha diferencia, y sin estar tomando pastillas y sin el dispositivo, mi libido estaba por las nubes. Las hormonas se me calentaban con todo y cuando lo veían mis pezones gritaban por tener su boca chupándolos.

—Es que no resistes las ganas de tocarme— se estiró para después acomodarse aún más.

Sonreí sin que me viese y empecé a organizar todo lo que necesitaba para después ir a clases. Me peiné para tener el cabello bien agarrado aunque me doliese la cabeza por tenerlo así todos los días.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora